Es obvio que las escuelas diferenciadas funcionan bastante bien. Las eligen libremente decenas de miles de familias, tienen buenos resultados académicos, se dirigen en muchos casos a poblaciones desfavorecidas, y salen de sus aulas cada año miles de alumnos satisfechos, bastantes de los cuales, tiempo después, llevan allí a sus hijos. Además, nadie está obligado a estudiar en esos colegios, pues hay una amplia oferta que permite elegir otros buenos colegios mixtos en un entorno muy próximo.
Por otra parte, su implantación ha aumentado en los últimos años, y en las últimas décadas se han puesto en marcha con éxito bastantes nuevos centros que asumen el modelo de la educación diferenciada bajo diversas fórmulas y vinculados a diversas instituciones educativas. Parece que la mejora de la transparencia en los resultados educativos y el avance en el acceso a la información a través de internet y las redes sociales, ha facilitado un mejor conocimiento de la educación single-sex, y eso hace que esté creciendo su aceptación y se vayan diluyendo buena parte de los viejos estereotipos bajo los que muchos la conocían.
Es cierto que hay un conjunto de partidos y organizaciones del ámbito de la izquierda política española que manifiestan una oposición un tanto radical. Eso contrasta con el hecho cierto de que en numerosos países de Europa las cosas evolucionan de forma bastante diferente.
Un dato significativo sobre el camino que sigue Europa en este punto ha sido la Directiva del Consejo de la Unión Europea 2004/113/CE, de 13 de diciembre de 2004, sobre el “Principio de Igualdad de trato entre hombres y mujeres en el acceso a bienes y servicios y suministros”, que excluye explícitamente de su ámbito de aplicación a los medios de comunicación, a la publicidad, y a la educación pública y privada (Considerando 13 y Artículo 3.3). Países como Francia, Italia, Alemania o Bélgica han aplicado ya diversas trasposiciones de esa Directiva ratificando expresamente la legitimidad de la educación diferenciada.
Sin embargo, en nuestro país sigue habiendo un debate muy alejado de esa evolución del resto de Europa. No es fácil saber cuáles son las razones más profundas de ese posicionamiento de algunos de esos partidos y organizaciones, pero tengo la impresión de que son rehenes de una inercia que no saben bien de dónde procede.
Hay motivos para pensar que, detrás de todos esos ataques, tiene que haber otras intencionalidades. Además de quizá un cierto afán de imponer a los demás las propias ideas, es probable que haya también deseos de perjudicar a ese conjunto de escuelas, que con frecuencia suelen identificar con opciones ideológicas lejanas a las suyas.
Quizá tenga relación con el hecho de que la escuela diferenciada se ha mantenido en nuestro país básicamente circunscrita a escuelas de ideario católico. En estos años ha habido en torno a un centenar de escuelas, a las que acuden poco más de un 1% del total de los más de ocho millones que hay en el conjunto del país. La mayoría de esas escuelas están relacionadas con diversas instituciones católicas, y muchas de ellas con el Opus Dei. Eso hace que, para muchos, la enseñanza diferenciada se relacione con opciones muy determinadas, sin tener presente lo que es la educación diferenciada en todo el mundo.
En todo caso, siguen una opción pedagógica que goza de prestigio, está muy demandada por las familias y supone una mayor pluralidad de oferta, pues en todos los casos hay centros mixtos cercanos que ofrecen estudios similares y por tanto nadie se ve forzado a elegir ese modelo.
Sin embargo, para algunas personas, parece que luchar contra la educación diferenciada fuera una de sus mejores aportaciones para mejorar la educación en el país. ¿Por qué están tan empeñadas en que se cambie algo que funciona bien y que la gente elige libremente?
Sería muy positivo que se debatiera con más seriedad este tema. Que todos fuéramos capaces de descubrir la trascendencia de avanzar en la mejora del sistema educativo, con los indudables valores que entraña cada uno de los modelos pedagógicos. Y sobre todo que se abandonaran los tópicos, los fundamentalismos pedagógicos y las descalificaciones no argumentadas. Porque hay demasiadas personas para las que la escuela mixta es un principio incuestionable, que ni tiene ni necesita demostración. Lo ven como un dogma que deben imponer a todo el mundo por la fuerza de las leyes.
Habiendo tantos problemas en la educación en España, un país que lidera las tasas de abandono escolar temprano en Europa, llama la atención que algunas personas centren su atención de modo tan vehemente en atacar la educación diferenciada, como si fuera uno de los grandes problemas. La realidad es que la educación diferenciada es una excelente experiencia en muchos países desarrollados, tiene buenos resultados académicos y de igualdad y no priva a nadie de acceso a una escuela mixta. Dicen que la enseñanza mixta es más progresista y democrática, pero quizá lo realmente progresista y democrático es respetar una diversidad que está muy demandada y no perjudica a nadie.
Estoy tan a favor como ellos, o más, de seguir avanzando en esas grandes batallas de fondo en nuestra sociedad que son la igualdad y la transmisión de valores fundamentados en el respeto y la tolerancia. Lo importante es comprobar si la enseñanza mixta está sirviendo para ello, y si tienen algún dato cierto de que esos valores se promuevan menos en la enseñanza diferenciada. Y en todos los casos, adoptar las medidas oportunas.