No es fácil –o quizá no es posible– clasificar globalmente los modelos pedagógicos de mejor a peor. Son, sobre todo, diferentes. A unas personas quizá les irá mejor un modelo, y a otras les irá mejor otro.
Lo que parece claro es que un sistema donde coexistan diversos modelos satisface mejor la demanda de cada familia (que es quien, al fin y al cabo, tiene la responsabilidad de decidir sobre la educación de sus hijos).
Es mejor tener la posibilidad de escoger. La democracia, el progreso, son difíciles de imaginar sin pluralidad, sin un amplio margen de libertad de elección dentro de un marco de igualdad de oportunidades. Deberíamos celebrar y respetar la diversidad, no imponer uniformidad. Es una cuestión de libertades, algo por lo que muchas personas a lo largo de la historia han hecho grandes esfuerzos y sacrificios.
La pregunta sobre si es mejor uno u otro modelo será siempre difícil, porque siempre será difícil definir qué es ser mejor y en qué, y cómo se mide, y cómo se deslindan unos efectos de los otros. Los estudios científicos no aportan una conclusión global clara, ni parece fácil que un día llugue a haberla. En este libro se han recogido las investigaciones más reconocidas, que señalan diversas ventajas e inconvenientes de una y otra opción. No puede decirse que el debate esté concluido, ni que se incline claramente en un sentido u otro.
Enrique Gordillo publicó en 2017 un análisis de los artículos cientícos más emblemáticos (Enrique G. Gordillo, “Educación diferenciada y coeducación: continuar el debate y proteger la ciencia”, Revista Española de Pedagogía nº 267, mayo 2017). Su conclusión era, efectivamente, que el debate y la investigación no deben darse por concluidos sino, al contrario, impulsarse. Alertaba sobre el riesgo de desnaturalizar la ciencia al acercarla a argumentos de carácter ideológico, destacando el problema que esto representa para el debate mismo y para la ciencia en general.
La enseñanza mixta parece gozar de la simpatía y consenso de la mayoría, lo que le proporciona una legitimidad un tanto acrítica, y hace que cuestionar sus presupuestos o sus consecuencias pueda ser considerado contrario al sistema democrático, a los avances en pro de los derechos de la mujer, o al ideal de igualdad de género. Sin embargo, el surgimiento y afianzamiento de la enseñanza mixta se debió en su día a razones sobre todo de tipo organizativo y económico, y su popularidad actual se debe sobre todo a razones de índole sociológica, política o ideológica un tanto alejadas de la constatación cientiífica empírica. Y parece que hoy muchos buscan defenderla sobre todo por las mismas razones ajenas a la evidencia empírica, lo cual es más propio de un fenómeno ideológico.
Hace falta más estudio, más investigación, y, luego, dejar un amplio margen a la interpretación que quiera hacer cada alumno, cada familia o cada centro educativo, puesto que son ellos quienes finalmente tienen que valorar qué aspectos les resultan más importantes a la hora de decidir dónde y cómo quieren estudiar.