Efectivamente, el tan citado artículo publicado en 2011 en Science, con su virulenta acusación contra la educación diferenciada, suscitó multitud de comentarios en el mundo académico y en los medios de comunicación en todo el mundo. Sin embargo, las referencias positivas publicadas estos años en numerosos estudios en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Suiza y Corea del Sur, apenas fueron objeto de atención, a pesar de ofrecer todos ellos una legitimidad científica mucho mayor. Podemos comentar algunas de esas investigaciones.
Por ejemplo, una serie de estudios de investigadores de la Universidad de Essex, observaron si realmente las mujeres evitan competir, y si eso repercute después en sus opciones y oportunidades profesionales. Concluyeron que las alumnas de las clases de chicas son más propensas a asistir a clase, tienen mejor rendimiento, no hay diferencias en las alumnas que asisten a clases técnicas, ni existen diferencias significativas con los estudiantes varones. Las diferencias en las calificaciones en las clases de chicas están relacionadas con los efectos psicológicos de la “amenaza del estereotipo”, por el que las personas sienten preocupación en situaciones que les recuerdan estereotipos negativos sobre su grupo social (Claude M. Steele, “A Threat in the Air: How Stereotypes Shape Intellectual Identity and Performance”, 1997). Si las estudiantes han interiorizado la idea de que las mujeres no rinden tan bien como los hombres en una materia concreta, pueden cohibirse a la hora participar en clase y experimentan mayor ansiedad en los exámenes. El entorno exclusivamente femenino hace a las alumnas menos “temerosas al riesgo” y más competitivas. Se observaron resultados similares en otros dos estudios realizados por los investigadores: uno comparaba a 200 estudiantes de ambos sexos en centros de enseñanza secundaria diferenciados y mixtos (Alison L. Booth y Patrick Nolen, “Gender Differences in Risk Behaviour: Does Nurture Matter?”, 2012), y otro comparaba a estudiantes de 10 y 11 años, asignados aleatoriamente a grupos de chicas, de chicos o mixtos, en función de su voluntad de participar en un torneo (Alison L. Booth y Patrick Nolen, “Choosing to Compete: How Different Are Girls and Boys?”, 2012).
Los investigadores concluyen que las diferencias de género en cuanto al comportamiento de riesgo observadas en anteriores estudios quizá reflejen un “aprendizaje social” y no tanto “rasgos inherentes de género”. Parece que cuando se coloca a las alumnas en un entorno diferenciado en el que no se les recuerda su identidad de género, pierden la creencia, de origen cultural, de que evitar el riesgo es lo propio del comportamiento femenino. Parece también que las alumnas que son menos competitivas y más reacias al riesgo, lo son luego en el mundo laboral y, como consecuencia, evitan los entornos competitivos y los empleos mejor remunerados, que suelen estar ligados a incentivos basados en el rendimiento de la organización. Por eso afirman que cambiar el contexto de aprendizaje podría contribuir a incrementar la presencia de mujeres en los puestos de alto nivel dominados habitualmente por varones. Esos estudios también confirman las conclusiones de otros estudios en los que las mujeres obtienen mejores resultados en los concursos de matemáticas si están integradas en entornos diferenciados (Muriel Niederle y Lise Vesterlund, “Explaining the Gender Gap in Math Test Scores: The Role of Competition”, 2010).
En otro estudio realizado en Alemania, los investigadores examinaron a estudiantes que fueron asignados aleatoriamente a clases de física de octavo curso tanto mixtas como diferenciadas en cuatro centros estatales de enseñanza secundaria mixtos (Ursula Kessels y Bettina Hannover, “When Being a Girl Matters Less: Accessibility of Gender-Related Self-Knowledge in Single-Sex and Coeducational Classes”, 2008). Cada profesor impartía clase en al menos un aula mixta y una diferenciada. Al final del primer año, las niñas de las aulas diferenciadas mostraron un mejor autoconcepto de habilidad en relación con la física que las alumnas de las aulas mixtas. Los chicos no revelaron ninguna diferencia. Los investigadores indicaban que la educación diferenciada puede entrañar efectos beneficiosos en el autoconcepto de la capacidad de las niñas en campos tradicionalmente masculinos.
En otro estudio realizado en Suiza, los investigadores observaron a alumnas de centros de enseñanza secundaria asignadas aleatoriamente a clases diferenciadas y mixtas, y analizaron su rendimiento en matemáticas y alemán, dos asignaturas que todos los alumnos estaban obligados a estudiar. Ambos tipos de clases utilizaban exactamente el mismo plan de estudios y modo de examen. Los investigadores constataron que el aula diferenciada afecta positivamente a la excelencia en matemáticas, en particular cuando el profesor es un hombre, pero no tiene ningún efecto en la clase de alemán (Gerald Eisenkopf, “Academic Performance and Single-Sex Schooling: Evidence from a Natural Experiment in Switzerland”, 2011).
Estudios anteriores en los Estados Unidos han extraído conclusiones paralelas en relación con los resultados de matemáticas entre las estudiantes. Uno de ellos ponía de relieve los efectos ambientales indirectos de los estereotipos negativos. Aun cuando el género no fuera un aspecto que se destacara de forma expresa, observaron que cuantos más alumnos varones había presentes, peor era el rendimiento de las alumnas en matemáticas. Teniendo en cuenta estas diferencias, los investigadores concluyeron que es posible que la asignación de las alumnas a clases diferenciadas de matemáticas redunde en su beneficio (Michael Inzlicht y Talia Ben-Zeev, “A Threatening Intellectual Environment: Why Females Are Susceptible to Experiencing Problem-Solving Deficits in the Presence of Males”, 2000).
Un estudio más reciente realizado en Uganda, que comparaba a estudiantes de décimo curso que presentaban un alto rendimiento en internados diferenciados y mixtos, confirmó esas conclusiones. Las estudiantes de centros de enseñanza diferenciada obtuvieron mejores resultados que las estudiantes de escuelas mixtas en un examen de matemáticas. También presentaron una autopercepción más elevada de sus capacidades en matemáticas y un mayor sentido de la importancia de las matemáticas para ellas en ese momento y para sus carreras en el futuro. Una vez más, los investigadores atribuyen las diferencias registradas en los resultados a los efectos negativos de la “amenaza del estereotipo” en el grupo mixto (Katherine Picho y Jason M. Stephens, “Culture, context and Stereotype Threat: A Comparative Analysis of Young Ugandan Women in Coed and Single-Sex Schools”, 2012).
Pero incluso más allá del rendimiento a corto plazo, otros han constatado que los estereotipos negativos percibidos por las estudiantes universitarias de Estados Unidos les llevaban a evitar el área de matemáticas (Catherine Good, “Why Do Women Opt Out? Sense of Belonging and Women’s Representation in Mathematics”, 2012). En conjunto, estas conclusiones indican que las chicas obtienen ventajas de los entornos de aprendizaje propicios en los que se transmite el mensaje de que la inteligencia no es algo inamovible, sino que se puede moldear con el tiempo por medio de la experiencia y la asunción de riesgos.
Por último, en el plano internacional cabe citar un relevante estudio realizado en Corea del Sur que utilizó controles aleatorios y produjo resultados muy significativos. En Seúl, tanto las escuelas públicas como las privadas utilizaron entre 1974 y 2009, como principio político, un criterio de asignación aleatoria de los estudiantes, con lo que se reducen mucho los efectos tanto del sesgo de selección como del entusiasmo que acompaña a los programas más innovadores (Hyunjoon Park, “Causal Effects of Single-Sex Schools on College Entrance Exams and College Attendance: Random Assignment in Seoul High Schools”, 2012). Estos resultados son bastante relevantes porque las plazas de escuelas secundarias de todos los centros educativos (tanto públicos como privados, diferenciados o mixtos) se asignaban aleatoriamente, y es por tanto un estudio realizado sobre una población que estadísticamente puede considerarse como un experimento natural, aleatorio y multicéntrico, por lo que sus resultados pueden considerarse muy fiables. El estudio observó una importante correlación entre la asistencia a escuelas diferenciadas y unas mayores calificaciones en los exámenes de coreano e inglés. También los alumnos graduados en centros de secundaria diferenciados lograban hacer una carrera universitaria en una proporción bastante mayor que los graduados en centros de secundaria mixtos. Los investigadores concluían que, incluso después de tener en cuenta las variables relativas al nivel de la escuela, como la calidad de los docentes, la ratio de alumnos por profesor, el porcentaje de estudiantes que reciben el almuerzo gratis y la condición de centro público o privado, los efectos positivos de la educación diferenciada eran sustanciales.
Otro estudio bastante revelador de Alemania abordaba la brecha persistente en matemáticas en favor de los chicos. Aunque no se había asignado a los estudiantes aleatoriamente a grupos diferenciados o mixtos, las conclusiones apuntan a que la educación diferenciada puede ser una variable psicosocial que influye en las capacidades visuales y espaciales relacionadas con los resultados en matemáticas. Los investigadores compararon el rendimiento de 252 estudiantes, en los cursos octavo y duodécimo, que asistían a escuelas de enseñanza secundaria (Gymnasia) diferenciadas y mixtas, a la hora de resolver una tarea de rotación mental, que es una prueba que genera diferencias formales y sustanciales entre los sexos a favor de los varones de todas las culturas y edades (Corinna Titze, “Single-Sex School Girls Outperform Girls Attending a Co-Educative School in Mental Rotation Accuracy”, 2011). En octavo, los alumnos varones obtuvieron resultados mucho mejores que las alumnas de la escuela de chicas, mientras que no se observaron diferencias entre los sexos en la escuela mixta. Para el curso duodécimo, las conclusiones cambiaban notablemente: las alumnas de las escuelas diferenciadas obtuvieron resultados situados más de media desviación estándar por encima de las alumnas de las escuelas mixtas y solo la mitad de una desviación estándar por debajo de los chicos en las escuelas mixtas. Los investigadores proponen que esas importantes ventajas registradas en las alumnas de duodécimo curso tal vez se debieran al efecto acumulado de la enseñanza diferenciada.
Un apoyo similar en favor de los grupos separados por sexos se desprende de un estudio a gran escala realizado en Milán. Aunque no creaba específicamente clases de chicos o de chicas, en dicho estudio la práctica es asignar a los estudiantes a aulas de enseñanza secundaria sin requisitos relativos al equilibrio de género (Massimo Anelli y Giovanni Peri, “The Long Run Effects of High-School Class Gender Composition”, 2013). Examinando datos recopilados acerca de más de 30.000 estudiantes en el último curso de secundaria entre 1985 y 2005, los investigadores consideraron que la asignación a una escuela de enseñanza secundaria con una elevada proporción de personas del mismo sexo incrementaba la probabilidad de que el estudiante eligiera una carrera universitaria mejor remunerada. Aunque los investigadores atribuyen este efecto a una mayor seguridad y voluntad de competir entre las mujeres en las clases con mayoría de alumnas, también observaron un efecto similar en los hombres educados en clases predominantemente masculinas. Quizá también ganaron más confianza o simplemente eran más capaces de centrarse en los aspectos académicos ante la ausencia de alumnas.
Merece una breve mención un último estudio que analiza datos sobre 219.849 estudiantes de 123 escuelas de Trinidad y Tobago. Los detractores de la enseñanza diferenciada suelen basarse en este estudio para apoyar su causa, aunque ignoran sus puntos más sutiles (C. Kirabo Jackson, “Single-Sex Schools, Student Achievement, and Course Selection: Evidence form Rule-Based Student Assignments in Trinidad and Tobago”, 2012). Pese a que la enseñanza diferenciada no mejoraba el rendimiento académico en algunos cursos para los chicos de escuelas diferenciadas, parecía beneficiar a las chicas, que preferían claramente un entorno de aprendizaje exclusivamente femenino, y el propio investigador apuntaba otros efectos positivos en cuanto a los comportamientos sociales que no se abordaban en el estudio.
De hecho, este mismo investigador de la Northwestern University publicó en 2019 un estudio titulado Can Introducing Single-Sex Education into Low-Performing Schools Improve Academics, Arrests, and Teen Motherhood? en el que explica que en 2010 el Ministerio de Educación de Trinidad y Tabago transformó 20 escuelas secundarias en single-sex. Kirabo Jackson explica que el Ministerio identificó 20 escuelas públicas de bajo rendimiento, geográficamente cercanas entre sí, una escuela de cada pareja fue convertida en all-boys, y la otra en all-girls. La transición se hizo de tal manera que las cohortes de 6º grado que entraran después de 2010 fueran de un solo sexo, mientras que las cohortes admitidas anteriormente seguían siendo mixtas. Es importante mencionar que las escuelas seleccionadas no tenían control sobre esta decisión, y que, para asegurar un experimento limpio, el Ministerio determinó que no hubiera otros cambios en esas 20 escuelas, para así poder comparar a los estudiantes que asistieron a la misma escuela en aulas mixtas o single-sex sin que interfieran otros elementos. El estudio ha comprobado que tanto los niños como las niñas obtienen mejores resultados en los exámenes nacionales al final de secundaria, y que también hay importantes efectos no académicos: los chicos tienen una tasa de arrestos 60% inferior, en la adolescencia y las chicas tasas de embarazo adolescente 40% inferior. Y los resultados del estudio apuntan a que las clases single-sex transforman la relación entre compañeros y también el comportamiento de los profesores. Al final señala que es la primera evaluación de una política a gran escala para introducir la educación single-sex en escuelas mixtas existentes, y que los resultados revelan que puede ser una forma de bajo costo para mejorar resultados académicos y no académicos para los estudiantes de bajo rendimiento (cfr. C. Kirabo Jackson, 2019).
Es cierto que las conclusiones de los estudios que hemos mencionado se refieren a países muy diversos, con sistemas educativos y contextos culturales también muy diversos. Pero, si se analizan de forma global, brindan un apoyo significativo al argumento de que los programas de enseñanza diferenciada ofrecen ventajas emocionales y académicas, en particular a las alumnas. Es más, cuestionan los argumentos invocados reiteradamente por los autores del artículo de Science, cuando dicen que no existen pruebas de las ventajas de la enseñanza diferenciada cuando se controlan otras variables relativas a los estudiantes y las escuelas. Y cuestionan igualmente la rotunda posición de la ACLU cuando asegura que “todos los estudios concluyentes revelan que estos programas no mejoran el rendimiento académico, sino que fomentan los estereotipos y perjudican a los niños que no encajan en estas distinciones artificiales” (Comunicado ACLU, 20-08-2012).
Volviendo a la pregunta inicial, de por qué ha tenido tanta repercusión este artículo de la revista Science, podríamos apuntar que no es un simple artículo en una revista científica, sino que obedece a toda una estrategia en la que se persiguen unos objetivos políticos y jurídicos más amplios. Fue coescrito por ocho destacados psicólogos y neurocientíficos, y abrió un debate que ocupó enseguida las portadas de los periódicos nacionales y no tardó en llegar a los medios de comunicación internacionales. Desde el Reino Unido hasta Australia, Nueva Zelanda, la India y Sudáfrica, suscitó un debate mundial sobre las ventajas y los inconvenientes de la educación diferenciada.
Desde entonces, y tal y como pretendía de forma directa, el artículo ha buscado dar una legitimidad científica a un ataque masivo encabezado por la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), con el apoyo constante de una organización creada por los autores del artículo para promover la imposición obligatoria de la educación mixta. Los objetivos inmediatos de tales críticas son algunas escuelas públicas mixtas que actualmente ofrecen clases separadas por sexos para chicas y chicos en asignaturas troncales. La ACLU mantiene que estos programas proponen prácticas que se sustentan en teorías engañosas sobre la existencia de diferencias innatas entre los sexos (ACLU, ”Teach Kids, Not Stereotypes”, 2013), y ha emprendido una auténtica cruzada contra la educación diferenciada y contra la regulación legal que la hace posible. Ya hemos hablado antes sobre esa batalla legal, judicial, administrativa y de comunicación, y podríamos concluir diciendo que en la actualidad, los argumentos expuestos en el artículo de Science y en los documentos y comunicados de prensa de la ACLU determinan la orientación del debate mundial en torno a la educación diferenciada, y tienen importantes repercusiones en la política educativa de Estados Unidos y de muchos otros países.
Ya hemos visto antes, sobre todo comentado las consideraciones de Rosemary Salomone sobre el citado artículo de Science, cuáles han sido las motivaciones que inspiraron la oposición inicial y que siguen tratando de desbaratar el actual resurgimiento de los programas de educación diferenciada. En toda esta controversia hay aportaciones más o menos acertadas, y también diversos errores que perturban el debate. Sería bueno que todos, al tratar sobre este asunto, intentemos hacerlo por una vía que sea ideológicamente lo más neutra posible, que sepamos escuchar con interés los argumentos de los otros y seamos muy respetuosos con quienes piensen de modo diferente.
En general, se trata de un asunto sumamente complejo que requiere una aproximación abierta y constructiva. La educación diferenciada despierta pasiones en ámbitos muy diversos, todos deseosos de defender los derechos y libertades de las personas, aunque cada uno desde una perspectiva diferente. Es de desear que un mejor conocimiento del debate y de su historia, prestando atención a las razones de unos y de otros, y a las motivaciones de cada uno de los pasos que se han dado, nos ayude a todos a seguir debatiendo de un modo positivo y se alcancen consensos importantes.