Ya hemos hablado de lo que es la coeducación, y de cómo los partidarios de la educación diferenciada podemos estar de acuerdo con todos los principios sobre los que se fundamenta la coeducación.
Por ejemplo, Mª Ángeles Cremades Navarro, una de las más significadas defensoras de la coeducación en España, señala:
“Coeducar significa que todas las personas sean educadas por igual en un sistema de valores, de comportamientos, de normas y de expectativas que no esté jerarquizado por el género social, lo que significa que cuando coeducamos queremos eliminar el predominio de un género sobre otro”.
“Es el proceso de socialización humana realizado conjunta o separadamente a niñas y niños, en el que se produce sistemáticamente una intervención cuyo objetivo es potenciar el desarrollo personal sea cual sea el origen y el sexo de nacimiento, para conseguir una construcción social no enfrentada y común” (VVAA,1995).
A lo que añade Nuria Jornet, en un documento de UGT, que
“la coeducación no es el acceso de la mujer a la educación, ni la enseñanza mixta, ni la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Tampoco es la inclusión de la educación sexual en los contenidos curriculares, ni la eliminación del lenguaje sexista en los libros de texto, y tampoco es la lucha preventiva y paliativa contra el acoso o la violencia de género. Coeducación es todo eso y mucho más. No se trata de desarrollar un nuevo valor acorde con la sociedad actual sino, simplemente, de educar. Educar con mayúsculas y sin prefijos, teniendo como meta el desarrollo integral de cada alumno o alumna en todo su potencial superando las barreras de todo tipo, incluida la discriminación de género” (Nuria Jornet, “La educación de las niñas”, FETE-UGT, 2012).
Si efectivamente, como señala Nuria Jornet, coeducar es educar en igualdad, con mayúsculas y sin prefijos, teniendo como meta el desarrollo integral de cada alumna o alumno en todo su potencial, superando barreras de todo tipo y sin discriminaciones de ningún género, no puedo estar más de acuerdo en la importancia de fomentar la coeducación. Coeducar no es educación mixta ni diferenciada, sino profundizar de verdad en atender a cada persona según sus necesidades y sin ninguna discriminación, comprendiendo y aceptando las diferencias que hay entre las personas, sean varones o mujeres, en un clima de respeto y tolerancia que permita mejorar la convivencia, en la escuela y fuera de ella.
Se podrían citar multitud de fuentes sobre este punto. Por ejemplo, Joaquín Paredes, director del Departamento de Didáctica de la Universidad Autónoma de Madrid y firme detractor de la escuela diferenciada, preguntado en una entrevista (El País, 24-04-2006) sobre si la escuela mixta fomenta la igualdad, asegura que “solamente juntando a niños y niñas no se consigue nada”. Que la coeducación no es simplemente poner niños y niñas juntos en una clase, que “definitivamente coeducar no es lo mismo que la escuela mixta. En la coeducación hay un trabajo de reconocer las diferencias entre los sexos y trabajarlas de manera abierta”.
Por su parte, el Instituto Andaluz de la Mujer, organismo oficial dependiente de la Junta de Andalucía, cuando define lo que entiende por coeducación hace un resumen con el que no podemos estar más de acuerdo:
- “Coeducar consiste en desarrollar todas las capacidades, tanto de niñas como de niños, a través de la educación.
- Supone eliminar estereotipos o ideas preconcebidas sobre las características que deben tener las niñas y los niños, los chicos y las chicas, las mujeres y los hombres.
- Cada niño o cada niña tiene derecho a ser diferente, por lo que es necesario educar valorando las diferencias individuales y las cualidades personales.
- Coeducar, tiene como objetivo hacer personas dialogantes e implica respeto y tolerancia, por lo que es una garantía para la prevención de la violencia.
- Educar en el respeto y la tolerancia, en igualdad de condiciones, de trato y de oportunidades, es educar para la democracia. No se puede hablar de democracia mientras haya desigualdades sobre la mitad del género humano”. (Instituto Andaluz de la Mujer, Consejería de Igualdad, Salud y Políticas Sociales, Áreas temáticas, “Coeducación”, 2014).
De manera similar, la Guía de la Coeducación publicada en 2008 por el Instituto de la Mujer, dependiente del Ministerio de Igualdad de Bibiana Aído, define con claridad los objetivos de la coeducación:
“La escuela coeducativa tiene como objetivo la eliminación de estereotipos entre sexos superando las desigualdades sociales y las jerarquías culturales entre niñas y niños” (Instituto de la Mujer, Ministerio de Igualdad, “Guía de la Coeducación. Síntesis sobre la Educación para la Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres”, 2008, p. 15)
Los ejemplos podrían multiplicarse. Todos ellos inciden en ideas que encajan perfectamente en la escuela diferenciada. La coeducación, tanto en el ámbito escolar mixto como en el diferenciado (o también en el ámbito familiar), supone educar en la igualdad de libertades y responsabilidades, en la igualdad de oportunidades personales y en la promoción de una convivencia respetuosa entre hombres y mujeres. Es educar en la corresponsabilidad de ambos sexos para la humanización de todos los ámbitos de la sociedad (familia, trabajo, tareas domésticas y sociedad en general). Y todo esto a través de actividades diarias, en las que se concretan objetivos y acciones de liderazgo, de pensamiento crítico, de respeto y consideración, etc.
Y habría que hablar también de la “coeducación familiar”, como bien señala Elena Simón:
Pensemos dónde está la coeducación familiar, quiénes tienen la ocasión de recibirla y qué consecuencias tendría que las niñas y los niños se manejaran en el mundo externo a la familia con actitudes, aprendizajes y modos igualitarios aprendidos en el hogar. Seguramente se acabaría pronto con la desigualdad y la violencia de género, con el sexismo y la misoginia y el machismo no tendría casi lugar donde crecer y alimentarse (Elena Simón Rodríguez, “La igualdad también se aprende: Cuestión de coeducación”, 2010, pp. 44).
Si logramos que los varones incrementen su dedicación a las tareas del hogar hasta llegar a la completa igualdad, si logramos que el esfuerzo y el tiempo de descanso se plantee también sin desigualdades de género, si logramos que se respeten las opciones legítimas de cada una o cada uno sin pretender someterlas a viejos estereotipos de género, si logramos todos eso habrá sin duda enormes avances en igualdad en toda la sociedad.