El tema de la socialización suele ser la primera objeción que muchos plantean ante los buenos resultados académicos de la educación diferenciada: El mundo de hoy –dicen– es mixto, abierto, inclusivo, diverso, integrador… y todo eso debe estar por encima de unas “pequeñas” ventajas académicas… Se argumenta, en definitiva, que la socialización es más importante que los resultados académicos.
A esa objeción, muchos padres responden que, para ellos, esas ventajas académicas no son tan pequeñas, puesto que una de las mejores formas de socializar a una chica o un chico es darles una buena formación académica que les permita tener un buen trabajo y encontrar su lugar en la sociedad. Y esa preocupación de los padres se acentúa en países con altas tasas de fracaso escolar, que suelen desembocar en altas tasas de desempleo juvenil, que a su vez llevan a una socialización bastante deficiente. El desempleo juvenil está muy vinculado a la falta de cualificación profesional, y produce múltiples problemas personales y sociales, porque, tristemente, hay una relación muy directa entre fracaso escolar, paro juvenil y mala socialización. Por eso tantos padres piensan que algo que contribuye mucho a socializar a sus hijos es lograr que aprendan mucho en la escuela y tengan luego un buen trabajo.
Abundando en ese punto, hay que decir que el fracaso escolar es uno de los fenómenos que más agrandan la llamada “brecha social”. Es bastante desalentador comprobar cómo el fracaso escolar es mucho mayor en los distritos más desfavorecidos, donde, además, las diferencias de género son mucho más alarmantes. Según estudios publicados por la Fundación Alternativas (El País, 27-04-2006), el 72,5% de los hijos de obreros deja de estudiar tras la Enseñanza Secundaria Obligatoria. Parece claro, por tanto, que la mejor forma de socializar a esos colectivos es facilitándoles unos mejores resultados académicos. Y una forma de hacerlo, para quien lo desee, es la educación diferenciada, que ha demostrado excelentes resultados en distritos especialmente desfavorecidos.
La educación diferenciada pudo representar un problema de socialización para los niños y niñas de una época en la que la propia sociedad estaba muy dividida entre hombres y mujeres, cuando la mujer estaba aún muy poco presente en el mundo laboral, político y social. Hoy por fortuna las cosas ya no son así. Además, hay que tener en cuenta que el tiempo que alumnas y alumnos pasan en la escuela supone solo un 15% de su tiempo anual (unas 1.200 horas en la escuela frente a las 8.760 horas del año). Si se descuenta el tiempo que pasan durmiendo, a la escuela no dedican más del 25% de su tiempo útil, por lo que queda bastante tiempo para convivir con el otro sexo en la familia, con los amigos, y en general en todo el tiempo no escolar.
La experiencia actual de los colegios diferenciados es que no se produce un déficit de socialización. Lo comentaremos más adelante, pero la mejor forma de comprobarlo es observando cómo es la socialización de los chicos y chicas que salen actualmente de esos centros. Y veremos que, en particular, no puede decirse que los resultados en términos de igualdad sean hoy mejores en la enseñanza mixta que en la diferenciada.
Así lo ve, por ejemplo, Dominique Schnapper, directora de Investigación en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París y miembro de honor del Consejo Constitucional de Francia:
“En los años sesenta, la educación mixta tenía por objetivo ideológico luchar contra las desigualdades entre los sexos, de igual modo que la escuela única, instaurada en la misma época, tenía por objetivo luchar contra las desigualdades sociales. Hoy se comprueba que no basta reunir a chicos y chicas en el aula para resolver los problemas de relación entre los dos sexos. La presión de la democracia participativa hace inconcebible toda marcha atrás, pero no me parece chocante la hipótesis de clases separadas opcionales en el colegio. ¡No toda distinción es, en cuanto tal, discriminatoria!” (Aceprensa, 10-09-2003).
Por ejemplo, la entidad australiana Alliance of Girls Schools explica su experiencia de cómo las escuelas femeninas refuerzan el liderazgo de la mujer. Mientras que en escuelas mixtas las chicas tienen que competir por la atención y posiciones de liderazgo con los chicos, en las escuelas de un solo sexo todas las funciones de liderazgo están ocupadas por mujeres: desde el capitán del equipo de fútbol a los representantes de alumnos de la escuela, el primer trombón en la orquesta de la escuela, la dirección de una obra de teatro o los clubes de las diversas actividades. Las más jóvenes ven a estas compañeras líderes como modelos de conducta y aprenden que ellas pueden ser líderes en cualquier campo.