Toda gran empresa tiene su gran historia que contar. Y así es también en el caso de Netflix, cuya idea primigenia surgió por un problema que hoy resulta totalmente anacrónico: devolver una película en un videoclub.
Reed Hasting era un ingeniero informático de Stanford nacido en Boston en 1960. Un día del año 1997, Hasting alquiló la película “Apollo 13” en un local de Blockbuster de California, pero no pudo devolverla porque la había perdido. Hasting tuvo que pagar una multa de 40 dólares. Aquel asunto le generó cierta vergüenza, pero sobre todo le hizo pensar que aquel sistema de alquiler de cintas de vídeo se estaba quedando obsoleto y era manifiestamente mejorable.
Empezó a pensar en crear un negocio de alquiler de películas por correo postal. El sistema VHS era aún casi universal. La tecnología del DVD estaba aún abriéndose camino. “Corrí a un Tower Records de Santa Cruz, California –cuenta Hasting–, y me envié a mí mismo algunos DVDs: solo el disco en un sobre. Pasaron 24 horas hasta que el correo llegó a mi casa, lo abrí y estaba todo en perfecto estado. Ese fue el mayor punto de emoción”.
El 29 de agosto de 1997 arrancó con una pequeña compañía en el estado de Delaware, bajo el nombre de Kibble, que luego pasó a llamarse NetFlix. La empresa creció a buen ritmo durante sus primeros años, ofreciendo precios bajos y fijos para todos los títulos. En 1999 innovaron con el concepto de tarifa plana con una suscripción mensual. En 2007 dejaron de vender y alquilar películas en DVD por correo, y ya solo distribuían contenidos en línea bajo demanda por streaming.
Lo curioso es que Netflix ofreció a Blockbuster gestionar su plataforma online, pero el gigante de los videoclubs rechazó su oferta… y luego desaprovechó la posibilidad de comprar Netflix por 50 millones de dólares. Blockbuster quebró y desapareció en el año 2013.
Netflix crecía a buen ritmo pero sabía que podía ser imitado y superado rápidamente por la competencia. Para hacer frente a ese riesgo, y con su privilegiada información sobre los gustos y preferencias de sus usuarios, en 2013 se lanzaron a la aventura de crear series y películas que sólo podían verse en su plataforma. Actualmente es uno de los principales distribuidores de Hollywood y también uno de los mayores productores de contenidos audiovisuales. La firma sigue siendo dirigida por Hastings y posee ya más de cien millones de clientes.
La historia de Netflix y de Reed Hastings se estudia en las escuelas de negocios para hablar sobre la capacidad para adaptarse y evolucionar que toda persona e institución deben tener. Saltando en pocos años de un modelo de negocio a otro, Hastings demostró capacidad de adaptación, pero no era solo eso. La rápida transformación de la compañía debe mucho a su cultura del trabajo, recogida en un documento titulado “Netflix Culture: Freedom & Responsibility”.
Cuando empezaron, en vez de enumerar sus valores principales, como hacían casi todos en aquella época, decidieron fijarse en los puntos que la empresa valoraría, es decir, definieron con claridad lo que esperaban de sus empleados. Buscaban trabajadores autosuficientes y que se sintieran responsables de la empresa. No había manuales de gestión ni jerarquías complejas. No querían largas jornadas de trabajo ni sistemas férreos de control. Buscaban personas sin experiencia pero responsables y con coraje. Y la empresa debía ser muy franca con ellos. La transparencia era la clave para la construcción de una cultura basada en la confianza.
Son principios interesantes para la cultura de una empresa, y quizá también para una familia o para cualquier otra institución. Ser claros, saber expresar nuestras expectativas respecto a los demás, acostumbrarse a dar las razones por las que hacemos las cosas, confiar más en la responsabilidad que en el control. Todo ello contribuye a crear un ambiente donde es más fácil desarrollar el talento, la creatividad y la adaptabilidad, todo ello fundamental en tiempos de importante transformación social.