El problema y la norma La cuestión que nos interesa, se suele formular del siguiente modo: ¿es lícito destruir la vida del niño que está madurando en las entrañas de la madre? Esta pregunta surge, en primer lugar, del hecho de que se trata de un ser singular que, sin embargo, influye sobre otros seres igualmente singulares y sobre grupos enteros. Primero, sobre la misma madre; y después, más ampliamente, sobre la familia y sobre el pueblo. La existencia de este ser podría significar la amenaza de un peligro para la madre, la familia y la colectividad. ¿Es lícito matarlo para evitar este peligro? Sin embargo, la cuestión es más amplia. El individuo humano es concebido sin contar con su voluntad. Su desarrollo depende de la madre hasta el momento del nacimiento; después, de la familia y de la sociedad. Así pues, todos los que cooperan a su desarrollo, sobre todo los padres y el Estado, son responsables de él. Siendo así, ¿no deben, quizá, en determinadas circunstancias, representar el interés de un ser que todavía no es independiente, incluso en lo que respecta a su presencia física en el mundo? Si están persuadidos de que la vida de este futuro hombre será desventurada, ¿no es acaso su deber preservarlo de la desventura? Estos problemas han sido siempre actuales, pero durante mucho tiempo fueron resueltos con fe en la divina providencia. Se convirtieron en agobiantes cuando muchos perdieron la conciencia de esta guía celestial y llegaron a una concepción del hombre como dueño y único responsable de su existencia. A la vez, paralelamente a este desarrollo, la sociología y la medicina crearon las premisas que hicieron posible una acción metódica en este campo. Finalmente, en la sociedad de masas de la existencia moderna, se fue perdiendo cada vez más el sentido —antes muy vivo— de la intangibilidad fundamental de la vida humana. Después, he aquí que se agrava la situación externa: alimentación y vivienda, educación y carrera universitaria, asistencia y cuidados médicos, son puestos de tal manera en entredicho, como sucede hoy de hecho, que aquellos problemas aumentan de intensidad de un modo amenazador. Tanto más cuanto que, en los últimos tiempos, el gobierno del estado y la educación del pueblo niegan radicalmente la dignidad del hombre y se han aliado con todo lo que de violento hay en su naturaleza. Estos hechos han ejercido un influjo grande sobre el modo de sentir y de juzgar de la mayoría de las personas. Y conviene —mencionándolo ya desde el principio— no dar por supuesto con demasiada facilidad que, discutiendo problemas como el que ahora nos ocupa, seamos personalmente inmunes a semejantes influencias. Continuar leyendo “Romano Guardini, “El derecho a la vida antes del nacimiento””
Autor: interrogantes
0. ¿Es razonable ser creyente?
He pasado toda mi vida en tensión,
como un arco;
pero nunca he sabido
a dónde apuntar y lanzar la flecha.
Jean Serment
La pregunta sobre Dios sigue estando de actualidad. Sigue interesando. Es una cuestión que interpela desde siempre a toda persona, que planea sobre su mente desde que es consciente de su propia existencia, desde que empieza a pensar y se interroga sobre su origen, su destino final y sus motivaciones.
¿Por qué creer? ¿Para qué sirve creer? ¿Está el creyente mejor preparado ante los grandes problemas de la vida, para hacer frente al enigma del mal y de la muerte? ¿Por qué creer en la Iglesia? ¿Cuál es la verdad sobre las páginas más difíciles de su historia? ¿Debe aceptar lo que dice sobre la sexualidad?
Estas líneas tratan de dar respuesta a esas y otras muchas preguntas. Pretenden aportar un poco de luz a todas esas cuestiones, una luz procedente de lo que enseñan el entendimiento y el corazón, para ayudarnos a encontrar razones para vivir con serenidad y esperanza.
No hay pretensiones de erudición. No es un texto de teología, ni pretende tampoco ser un tratado de doctrina católica. No busca acumular argumentos o razones filosóficas, sino más bien dar unas respuestas breves y sencillas, sin otro mérito, quizá, que el de haber sido contrastadas en conversaciones con personas muy diferentes.
Se presenta en forma de diálogo con un interlocutor que se interroga sobre su propia fe, o la de sus hijos, o de un pariente, un compañero o un amigo. Como un rato de conversación con alguien que no tiene fe, o que quizá la tiene, pero a veces siente que flaquea, o ve cómo flaquea en otros, y no encuentra respuesta adecuada a sus preguntas.
No es un conjunto de recetas de folletín para problemas serios. Los temas son suficientemente difíciles como para guardarse de reduccionismos o simplezas. Quiere llevar a pensar y a hacer pensar. Un libro para leer quizá despacio, más que de un tirón. Para compartir ideas que sirvan de punto de arranque a nuevas reflexiones y comentarios.
La fe es suficientemente oscura como para que la adhesión del espíritu sea libre y, al tiempo, es suficientemente clara como para que dicha adhesión sea razonable. Ese claroscuro, que está en la naturaleza misma de las cosas, hace que una conversación sobre la fe no sea como hablar de una ciencia de carácter matemático, ni como una pugna en la que se pretende convencer al otro con las armas de la simple dialéctica.
Una conversación sobre la fe ha de ser como un intercambio de ideas y de impresiones con el que se busca avanzar en el difícil camino hacia la verdad. Y el hecho de que estés ahora hojeando estos textos demuestra que te das cuenta de la necesidad que todos tenemos de reflexionar sobre Dios a la hora de encontrar sentido para nuestras vidas.
1. ¿Existe realmente Dios?
Quien busca la verdad
busca a Dios,
aunque no lo sepa.
Edith Stein
Una constante en la historia de los pueblos
El pensamiento de Dios ronda la mente humana desde tiempo inmemorial. Aparece con terca insistencia en todos los lugares y todos los tiempos, hasta en las civilizaciones más arcaicas y aisladas de las que se ha tenido conocimiento. No hay ningún pueblo ni período de la humanidad sin religión. Es algo que ha acompañado a nuestra especie desde siempre, como la sombra sigue al cuerpo.
La existencia de Dios ha sido siempre una de las grandes cuestiones humanas, pues se presenta de un modo inevitablemente comprometedor. Toda persona busca una respuesta a los grandes enigmas de la condición humana, que ayer como hoy surgen ineludiblemente en lo más profundo de su corazón: el sentido y el fin de nuestra vida, el bien y el mal, el origen y el misterio del dolor, el camino para conseguir la verdadera felicidad, el enigma de la muerte y de la retribución después de ella. Todo apunta hacia el misterio que envuelve nuestra existencia, de donde procedemos y hacia el que nos dirigimos, hacia aquella oculta presencia que late en el curso de todos los acontecimientos humanos, y que impregna la vida de un íntimo sentido religioso.
2. ¿Es posible la autocreación?
Muy débil es la razón
si no llega a comprender
que hay muchas cosas
que la sobrepasan.
Blas Pascal
Un cuento de hadas para personas mayores
—Mucha gente dice que la teoría del big bang explica perfectamente la autocreación del universo, y por tanto no necesitan a Dios para explicar nada de eso.
La teoría del big bang resulta perfectamente conciliable con la existencia de Dios. En cambio, la teoría de la autocreación, que sostiene, mediante explicaciones más o menos ingeniosas, que el universo se ha creado él solo a sí mismo y de la nada, presenta serias objeciones. La primera, que desde el momento en que se habla de creación partiendo de la nada, estamos ya fuera del método científico, puesto que la nada no existe y por tanto no se le puede aplicar el método científico. Y segunda, que hace falta mucha fe para pensar que una masa de materia o de energía se pueda haber creado a sí misma.
3. Una noche que cambió una vida
Si rompes tus cadenas, te liberas;
pero si cortas con tus raíces, mueres.
Doria Cornea
La noche del 29 al 30 de abril de 1937
Manuel García Morente se había procurado unos días de soledad para entregarse serena y metódicamente al análisis de unos temas que le preocupaban profundamente.
Morente era Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid desde 1931, y estaba considerado ya entonces como una de las figuras más destacadas de la vida universitaria española de la primera mitad del siglo XX.
Fue siempre —cuenta López Quintás— un espíritu muy reflexivo y abierto. Graves pruebas personales y familiares avivaron en él un intenso deseo de dar un sentido cabal a su existencia. Pero permanecía insensible a la luz de la fe.
A pesar de efectuar largos y penosos procesos intelectuales, no lograba clarificar lo que para él era la cuestión básica de la vida humana: si existe alguna realidad superior al mundo que dé pleno sentido y cumplimiento a la existencia del hombre. Continuar leyendo “3. Una noche que cambió una vida”
4. ¿Puede Dios caber en mi mente?
La grandeza de un hombre
está en saber reconocer
su propia pequeñez.
Blas Pascal
Reconocer nuestra limitación
Si un estudiante de bachillerato va un día a la Universidad y asiste a una clase de doctorado en la que se está tratando una materia especialmente compleja, no debería extrañarse si ve que a veces pierde el hilo de la explicación (suponiendo que en algún momento llegara a encontrarlo). Le parecerá lo más natural, puesto que esa materia le supera por completo.
Algo parecido —ya siento no haber encontrado ejemplo mejor— podría decirse que sucede con la comprensión sobre la naturaleza de Dios que puede alcanzar el hombre.
5. ¿Son compatibles ciencia y fe?
El hombre encuentra a Dios
detrás de cada puerta
que la ciencia logra abrir.
Albert Einstein
¿Puede la ciencia controlarse a sí misma?
El científico alemán Otto Hahn, descubridor de la fisión del átomo de uranio, Premio Nobel de Química en 1944 y considerado como fundador de la química nuclear y de la era atómica, se encontraba recluido en un campo de concentración inglés, en Farm Hall, cerca de Cambridge, junto con otros nueve eminentes hombres de ciencia.
Mientras estaban allí, en agosto de 1945, se enteraron de Hiroshima y Nagasaki habían sido arrasadas por una bomba atómica. Hahn sintió entonces una profundísima culpabilidad. Sus investigaciones sobre la fisión del uranio habían acabado por utilizarse para producir una terrible masacre. Tal fue su desazón que intentó abrirse las venas con los alambres de espino que rodeaban el campo.
Una vez que sus compañeros lograron disuadirle, el viejo profesor les hizo, desolado, la siguiente confesión: “Acabo de advertir que mi vida carece de sentido. He investigado por puro deseo de revelar la verdad de las cosas, y todo aquel saber científico acaba de convertirse en un enorme poder aniquilador”. Continuar leyendo “5. ¿Son compatibles ciencia y fe?”
6. ¿Se pueden conciliar fe y razón?
Para las personas creyentes,
Dios está al principio.
Para los científicos,
está el final de todas sus reflexiones.
Max Planck
¿Puede la ciencia explicarlo todo?
Una mirada al desarrollo científico con un poco de perspectiva histórica nos deja asombrados de la rapidez con que las máquinas se trasladan a los museos. Bastantes afirmaciones de las revistas científicas actuales probablemente sean motivo de hilaridad o de asombro para las generaciones futuras, quizá dentro de no tanto tiempo.
La historia de las ciencias nos advierte, con terca insistencia, de un hecho irrefutable: pocas teorías científicas logran mantenerse siquiera unos pocos siglos; muchas veces, tan solo unos años; y en algunas ocasiones, todavía menos. La mayoría de las afirmaciones de la ciencia van siendo sustituidas, una tras otra, poco a poco, por otras explicaciones más complejas y contrastadas de esa misma realidad. Eran hipótesis que fueron consideradas como ciertas durante una serie de años, o de siglos, y que un día quedan superadas. A veces, son englobadas dentro de teorías más completas, de las que la antigua hipótesis es un corolario o un simple caso particular. Otras, quedan obsoletas y desaparecen por completo del ámbito científico. La postura propia de la ciencia experimental ha de ser, por tanto, extremadamente cauta en sus afirmaciones. Continuar leyendo “6. ¿Se pueden conciliar fe y razón?”
7. El enigma del dolor
El escándalo del universo
no es el sufrimiento,
sino la libertad.
Georges Bernanos
¿Quién es el culpable del dolor?
El dolor es una realidad que nos encontramos por todas partes. Que afecta a unos y a otros, a los buenos y a los malos, a los menos buenos y a los menos malos.
—Pero Dios podría haber creado el mundo de otra manera, y que todos fuéramos buenos, y nadie tuviera la posibilidad de hacer el mal.
Supongo que sí, pero eso sería poco compatible con la libertad humana. Si el hombre es un ser libre, hay que contar con la posibilidad de que emplee mal esa libertad, y que exista por tanto el mal en el mundo. Continuar leyendo “7. El enigma del dolor”
8. El enigma del mal
El problema del mal
no es otra cosa,
en gran parte,
que el problema de la libertad.
Nikolai Berdaiev
¿No es el mal una crueldad de Dios?
—Hay gente que dice que no cree porque en el mundo suceden cosas que le parecen una auténtica crueldad divina.
No deja de ser un curioso razonamiento: Dios es cruel, luego Dios no existe; no comprendo por qué Dios permite eso, luego no hay Dios; no me gusta que suceda esto, luego no le concedo el derecho a existir.
No parece una lógica demasiado clara. Salvando las distancias, sería como decir: yo estoy sufriendo; si mi madre realmente me quisiera, no me habría traído a este mundo cruel; luego… mi madre no existe.
Me parece una postura más razonable tratar de comprender por qué Dios, siendo infinitamente bueno, permite que exista el mal. Continuar leyendo “8. El enigma del mal”