Alfonso Aguiló, “Los grandes hombres”, Hacer Familia nº 127, 1.IX.2004

Stefan Zweig relata en su autobiografía una interesante anécdota sucedida durante su estancia en París, en 1904. Por entonces, él no era más que un joven principiante de 23 años, pero tenía la suerte de coincidir de vez en cuando con algunos de los más famosos escritores y artistas de su tiempo. El trato con algunos de esos grandes hombres le estaba resultando de gran provecho, pero –según cuenta el propio Zweig– todavía estaba por recibir la lección decisiva, la que le valdría para toda la vida.

Fue un regalo del azar. Surgió a raíz de una apasionada conversación en casa de su amigo Verhaeren. Hablaban sobre el valor de la pintura y la escultura del momento, y su amigo le invitó a acompañarle al día siguiente a casa de Rodin, uno de los artistas entonces más prestigiosos. En aquella visita, Zweig estuvo tan cohibido que no se atrevió a tomar la palabra ni una sola vez. Curiosamente, ese desconcierto suyo pareció complacer al anciano Rodin, que al despedirse preguntó al joven escritor si quería conocer su estudio, en Meudon, y le invitó a comer allí con él. Había recibido la primera lección: los grandes hombres son siempre los más amables.

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Ignacio Sánchez Cámara, “Tolerancia cero”, ABC, 31.VII.2004

Cada día aumenta el uso de la expresión «tolerancia cero», sobre todo entre ministros y dirigentes de la izquierda. Debe pronunciarse con gesto avinagrado, ceño fruncido y patente indignación. A ser posible, con una mueca hosca y dura, parecida a la que exhibía Bogart en las últimas escenas de «El tesoro de Sierra Madre». Se ha usado con relación al terrorismo. Ahora es usual emplearla refiriéndose a otras formas de delincuencia. Así, se habla de «tolerancia cero» con la violencia de género (aunque bien podría aplicarse la tolerancia cero con la propia expresión en pro de la corrección lingüística), los incendios forestales o el exceso de velocidad. Es cuestión de énfasis. «Tolerancia cero» es el no va más en la oposición, un enérgico «hasta aquí hemos llegado».
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Ignacio Sánchez Cámara, “Sobre la democracia y algunos malentendidos”, ABC, 23.VIII.2004

TODOS hablan de democracia, pero no todos al hacerlo hablan sobre lo mismo. En unos casos, las discrepancias se deben a que la entienden de distinta manera. En otros, a que algunos llaman democracia a lo que no lo es, a lo que es otra cosa, incluso a lo que se opone a ella. Por eso no faltan las tergiversaciones y suplantaciones, y, también, los malentendidos. De entrada, aclaro que hablo de democracia en el único sentido en el que creo que existe verdaderamente, en el sentido representativo y liberal. Hay otros modos de concebirla que no son, a mi juicio, «democráticos»: la democracia radical, asamblearia, directa y totalitaria. Si no me equivoco, algunos malentendidos y errores sobre la democracia surgen porque se introducen en la concepción representativa y liberal principios opuestos a ella, procedentes de esas concepciones alternativas.
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Alfonso Aguiló, “Respeto a lo sagrado”, Hacer Familia nº 125-126, 1.VII.2004

En la sociedad actual –escribo glosando ideas de Joseph Ratzinger–, gracias a Dios, se multa a quien deshonra la fe de Israel, su imagen de Dios, sus grandes figuras. Se multa también a quien vilipendia el Corán y las convicciones de fondo del Islam. Sin embargo, cuando se trata de lo que es sagrado para los cristianos, la libertad de opinión aparece como un bien supremo cuya limitación resultaría una amenaza contra la tolerancia y la libertad.

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Alfonso Aguiló, “El sentido de culpa”, Hacer Familia nº 124, 1.VI.2004

El escritor danés Henrik Stangerup presenta en su novela “El hombre que quería ser culpable” una interesante reflexión sobre el sentido de culpa. Su protagonista, Torben, ha cometido un crimen, y pretende en vano que los responsables de la justicia de la sociedad en que vive lo reconozcan como tal. Sin embargo, le dicen que su acto no ha sido un asesinato, sino un lamentable accidente provocado por las circunstancias. Le aseguran que ha venido forzado por la sociedad, que es la única verdaderamente culpable. Le tratan como a un desequilibrado, víctima de un absurdo complejo de culpabilidad. Enseguida le dejan en libertad e intentan hacerle olvidar todo recuerdo de su mujer.

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La enseñanza de la religión en los países europeos, Alfa y Omega nº 405, 3.VI.2004

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Carta de un padre a su hijo sobre la enseñanza de religión, Revista Escuela, 3.VI.2004

En 1919 el diario socialista de París «L’Humanité» publicó una carta dirigida por un padre socialista a su hijo. Trataba de la enseñanza de la religión, y fue escrita con tan buen sentido y con tanta honradez, que la creo digna de que sea conocida. Dice así: Continuar leyendo “Carta de un padre a su hijo sobre la enseñanza de religión, Revista Escuela, 3.VI.2004”

Alfonso Aguiló, “Victimismo”, Hacer Familia nº 123, 1.V.2004

Hay básicamente dos maneras de abordar un fracaso profesional, familiar, afectivo, o del tipo que sea. La primera es asumir la propia culpa y sacar conclusiones que puedan llevarnos a aprender de ese contratiempo. La segunda es afanarse en culpar a otros y buscar denodadamente responsables externos de nuestra desgracia. De la primera forma se suele adquirir experiencia para superar el fracaso; con la segunda es fácil volver a caer en él, y culpar de nuevo a otros, en vez de hacer un sano examen de nuestras responsabilidades.

Los estilos victimistas suelen estar ligados a sentimientos negativos como la envidia, los celos y el rencor. Tienden a legitimarse en nombre de desgracias pasadas, amparándose en todo lo que se está sufriendo o se ha sufrido, y con eso se arrogan una especie de patente de inmunidad con la que justifican su actitud. Ese recuerdo de las desgracias pasadas constituye para ellos una reserva inagotable de resentimientos. Y si alguien se lo reprocha, a lo mejor admiten que lo suyo no es muy ejemplar, pero aseguran que sus padecimientos pasados justifican esa “leve incorrección”.

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Rafael Navarro-Valls, “La asignatura de religión”, Veritas, 10.V.2004

El profesor Rafael Navarro Valls, Catedrático de la Facultad de Derecho, de la Universidad Complutense de Madrid y Secretario General de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación repasa en esta entrevista concedida a la agencia Veritas algunas de las medidas anunciadas por el nuevo gobierno del Partido Socialista Español, que afectan temas tan importantes como la situación de la enseñanza religiosa en la escuela pública, el estatuto de los profesores de religión, la financiación de la Iglesia o el control de actividades de tipo religioso.

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Alfonso Aguiló, “El ego”, Hacer Familia nº 122, 1.IV.2004

“La cultura occidental –afirma José Antonio Marina– puede contarse como la historia de un Yo que ha ido engordando. Es fácil señalar las etapas principales. La reforma protestante apeló a la propia conciencia frente a la autoridad. Descartes instauró el yo-pienso como instancia definitiva. La Ilustración hizo lo mismo con la razón. El romanticismo exacerbó el protagonismo del Yo. El idealismo alemán lo convirtió en el origen de todo. Y, como último paso, encontramos la creciente insistencia en el individualismo. Todo ha desembocado en una afirmación desmesurada del Yo que no deja de plantearnos problemas. Lo que a veces ha sido una oportuna defensa de la autonomía personal se ha acabado convirtiendo en un obsesivo cuidado de uno mismo y en un narcisismo galopante”.

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