Caso práctico de Educación en la preadolescencia nº 2

SITUACIÓN:

Susana es viuda desde hace siete años. Su marido falleció en un accidente de tráfico, y de la noche a la mañana se encontró sola con sus tres hijos pequeños (que ahora tienen ya nueve, once y trece años). Estos años le han hecho saber bien lo que cuesta sacar una familia adelante. Las cosas le han ido bien, dentro de todo, pero está preocupada porque sus hijos empiezan a fallar en su rendimiento académico. Se ve que hasta entonces la exigencia escolar era menor, pero ahora, al avanzar los cursos, empiezan los problemas.

OBJETIVO:

Ganar en laboriosidad.

MEDIOS:

Mejorar la organización en los estudios.

MOTIVACIÓN:

Aquel día, durante la cena, sacó este tema, con un talante todo lo positivo que pudo. Les habló de la ilusión de ser profesionales brillantes, de ser personas muy competentes para prestar un buen servicio a la sociedad y sacar adelante con desahogo a sus futuras familias, de ilusión por tener una cultura amplia, por saber de tantas cosas tan interesantes que nos rodean. Le sorprendió que le escuchaban con más interés de lo que ella esperaba.

HISTORIA:

Al terminar, en un rato de sobremesa muy animado, acordaron varias cosas. La primera es que tenían que respetar todos un horario que permitiera el silencio necesario para estudiar bien: por lo menos, las dos horas siguientes a la merienda (lo cual suponía que a esas horas no se ponía música ni televisión). También quedaron en ayudarse entre ellos siempre que pudieran. La madre se mostró dispuesta a refrescar viejos conocimientos de sus años escolares y a ayudarles a seguir la buena marcha de sus tareas.

No tardaron en descubrir que una cosa es proponerse algo, y otra muy distinta llevarlo a la práctica. Fallaron algunos días, y tuvieron que proponérselo de nuevo. La madre se dio cuenta de que era la que más tenía que esforzarse, pues notaba que a ella le costaba más no ceder que a sus hijos perseverar en el estudio.

RESULTADO:

Los frutos llegaron en pocas semanas. Se ponían a estudiar a hora fija. La madre les preguntaba en voz baja a cada uno, y a veces les explicaba alguna cosa. Esas explicaciones las hacía en otra habitación, para no distraer a los demás, y a raíz de eso siempre salían conversaciones interesantes, en las que sus hijos le contaban cosas de su clase, de sus amigos, e iban saliendo cosas más personales, de mayor confidencia. Fue así como se dio cuenta de que los chicos son los que más ganas tienen de sacar buenas notas, de llevar los estudios con soltura, de saber muchas cosas. Cuando los estudios no van bien es por algo, y hay que descubrirlo. Por ejemplo, se dio cuenta que uno de ellos no tenía bien graduada la vista y no veía bien la pizarra, y que otro estaba atemorizado por un compañero que le pegaba. También advirtió que tenían una gran capacidad de ilusionarse cuando las cosas empezaban a ir mejor: una buena nota después de una racha de malas notas es mucho mejor estímulo que cualquier regalo o castigo.

Con este plan, la familia estaba más unida, las notas eran mejores, y a todos les parecía que conseguían estudiar mucho más que antes y, sorprendentemente, cansarse mucho menos.