Ni siquiera han traspasado el umbral de la adolescencia y ya están pensando en tener un cuerpo perfecto. Un estudio publicado en la última edición de la revista “Journal of Health Promotion” acaba de poner de manifiesto cómo las niñas de tan sólo 10 años interiorizan el culto al cuerpo, aún presente en los medios de comunicación, y deciden hacer dietas, incluso aunque estén en su peso normal. Como es sabido, los trastornos de la conducta alimentaria – la anorexia y la bulimia sobre todo – son una procupación social por su extensión entre los adolescentes. Estas dos enfermedades afectan mucho más a las chicas que a los varones, aunque éstos en una mínima parte también pueden ser víctimas activas del trastorno.
Son varios los factores que hacen de estas afecciones una auténtica epidemia, entre ellos cabe destacar la moda y la exageración de la estética corporal. Por eso, en la misma línea psicopatológica – aunque en el fondo pueda haber otros factores biológicos que los diferencien- comienza a aparecer entre los chicos una obsesiva actitud ante el propio cuerpo, que lleva a una actividad atlética desenfrenada y a la percepción equivocada de su corporalidad.
Se trata de lo que se comienza a denominar “vigorexia”. Un afán morboso de conseguir fuerza, vigor, formas atléticas, a costa incluso de otras cosas mucho más importantes, como la relación con los demás, el rendimiento laboral o escolar, la salud…Conformando un cuadro clínico en todo similar a la anorexia, en el que el enfermo se ve enclenque, a pesar de su normalidad o incluso de su inmejorable estado físico. Y esto le lleva al uso inmoderado de la gimnasia, los anabolizantes y, en general, unos hábitos de vida desmesurados y patológicos, en los que un afán obsesivo de perfección lo tiñe todo.
Como para la anorexia y la bulimia, enseñar a los chicos, en la familia y en la escuela, a afrontar con actitudes críticas esos inadecuados modelos actuales de delgadez en las jóvenes y de culturismo en los muchachos será siempre una de las mejores medidas de prevención.