La vida de un hombre sin cultura es como una llanura desértica. La cultura nos facilita interpretar en clave de verdad la realidad del mundo que nos rodea. Con la cultura podemos despejar un poco de ese misterio que somos cada hombre. La cultura enriquece al hombre, le lleva a profundizar en sus raíces y en su historia. La cultura nos pone sobre la pista de nuestro pasado, nos hace valorar lo que ha sido nuestra andadura sobre la tierra –la nuestra personal y la de toda la historia del hombre–, y nos empuja –si es verdadera cultura– hacia la verdad y, por ella, hacia la libertad.
Pero la cultura de un hombre no se improvisa. Para llegar a tener un pensamiento profundo, unas valoraciones acertadas, unos principios claros, unas referencias ricas, es preciso dedicar a ello mucho tiempo y esfuerzo.
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