He pasado toda mi vida en tensión,
como un arco;
pero nunca he sabido
a dónde apuntar y lanzar la flecha.
Jean Serment
La pregunta sobre Dios sigue estando de actualidad. Sigue interesando. Es una cuestión que interpela desde siempre a toda persona, que planea sobre su mente desde que es consciente de su propia existencia, desde que empieza a pensar y se interroga sobre su origen, su destino final y sus motivaciones.
¿Por qué creer? ¿Para qué sirve creer? ¿Está el creyente mejor preparado ante los grandes problemas de la vida, para hacer frente al enigma del mal y de la muerte? ¿Por qué creer en la Iglesia? ¿Cuál es la verdad sobre las páginas más difíciles de su historia? ¿Debe aceptar lo que dice sobre la sexualidad?
Estas líneas tratan de dar respuesta a esas y otras muchas preguntas. Pretenden aportar un poco de luz a todas esas cuestiones, una luz procedente de lo que enseñan el entendimiento y el corazón, para ayudarnos a encontrar razones para vivir con serenidad y esperanza.
No hay pretensiones de erudición. No es un texto de teología, ni pretende tampoco ser un tratado de doctrina católica. No busca acumular argumentos o razones filosóficas, sino más bien dar unas respuestas breves y sencillas, sin otro mérito, quizá, que el de haber sido contrastadas en conversaciones con personas muy diferentes.
Se presenta en forma de diálogo con un interlocutor que se interroga sobre su propia fe, o la de sus hijos, o de un pariente, un compañero o un amigo. Como un rato de conversación con alguien que no tiene fe, o que quizá la tiene, pero a veces siente que flaquea, o ve cómo flaquea en otros, y no encuentra respuesta adecuada a sus preguntas.
No es un conjunto de recetas de folletín para problemas serios. Los temas son suficientemente difíciles como para guardarse de reduccionismos o simplezas. Quiere llevar a pensar y a hacer pensar. Un libro para leer quizá despacio, más que de un tirón. Para compartir ideas que sirvan de punto de arranque a nuevas reflexiones y comentarios.
La fe es suficientemente oscura como para que la adhesión del espíritu sea libre y, al tiempo, es suficientemente clara como para que dicha adhesión sea razonable. Ese claroscuro, que está en la naturaleza misma de las cosas, hace que una conversación sobre la fe no sea como hablar de una ciencia de carácter matemático, ni como una pugna en la que se pretende convencer al otro con las armas de la simple dialéctica.
Una conversación sobre la fe ha de ser como un intercambio de ideas y de impresiones con el que se busca avanzar en el difícil camino hacia la verdad. Y el hecho de que estés ahora hojeando estos textos demuestra que te das cuenta de la necesidad que todos tenemos de reflexionar sobre Dios a la hora de encontrar sentido para nuestras vidas.