7. El enigma del dolor

El escándalo del universo
no es el sufrimiento,
sino la libertad.

Georges Bernanos

¿Quién es el culpable del dolor?

El dolor es una realidad que nos encontramos por todas partes. Que afecta a unos y a otros, a los buenos y a los malos, a los menos buenos y a los menos malos.

—Pero Dios podría haber creado el mundo de otra manera, y que todos fuéramos buenos, y nadie tuviera la posibilidad de hacer el mal.

Supongo que sí, pero eso sería poco compatible con la libertad humana. Si el hombre es un ser libre, hay que contar con la posibilidad de que emplee mal esa libertad, y que exista por tanto el mal en el mundo. Continuar leyendo “7. El enigma del dolor”

8. El enigma del mal

El problema del mal
no es otra cosa,
en gran parte,
que el problema de la libertad.

Nikolai Berdaiev

¿No es el mal una crueldad de Dios?

—Hay gente que dice que no cree porque en el mundo suceden cosas que le parecen una auténtica crueldad divina.

No deja de ser un curioso razonamiento: Dios es cruel, luego Dios no existe; no comprendo por qué Dios permite eso, luego no hay Dios; no me gusta que suceda esto, luego no le concedo el derecho a existir.

No parece una lógica demasiado clara. Salvando las distancias, sería como decir: yo estoy sufriendo; si mi madre realmente me quisiera, no me habría traído a este mundo cruel; luego… mi madre no existe.

Me parece una postura más razonable tratar de comprender por qué Dios, siendo infinitamente bueno, permite que exista el mal. Continuar leyendo “8. El enigma del mal”

9. El enigma de la muerte

La muerte lo mismo llama
a las cabañas de los humildes
que a las torres de los reyes.

Horacio

Viviendo, todo falta;
muriendo, todo sobra.

Lope de Vega

Qué hacer con la muerte

Todos hemos visto pasar cerca —cuando no nos ha dado ya de lleno alguna vez— ese dolor tremendo que produce la pérdida de un ser querido. La mayoría de las veces casi no sabemos cómo consolar a esas personas. Les decimos unas palabras, procuramos darles ánimo, pero, al final, casi solo queda acompañarles con nuestro silencio.

Pensamos en su sufrimiento, en el vértigo que quizá sientan. A veces te dicen que su vida ha perdido ya todo su sentido, que no entienden, que no encuentran respuesta, que chocan contra ese misterio de la muerte, que nada les puede consolar.

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10. ¿Da igual una religión que otra?

Tener una mente abierta
es como tener la boca abierta:
no es un fin, sino un medio.
Y el fin es cerrar la boca sobre algo sólido.

G. K. Chesterton

El síndrome del muestrario

«Aunque crea que Dios existe, hay muchas religiones para elegir. Soy de los que piensan que todas las religiones son buenas. Quitando algunas degeneraciones extrañas que vienen a ser como la excepción que confirma la regla, todas llevan al hombre a hacer el bien, exaltan sentimientos positivos, y satisfacen en mayor o menor medida la necesidad de trascendencia que todos tenemos.

»En el fondo, da igual una que otra. Además, ¿por qué no va a poder haber varias religiones verdaderas?».

Ciertamente hay que ser de espíritu abierto, y apreciar —como lo hacía el autor del comentario que acabo de recoger— todo lo que de positivo haya en las diversas religiones, pero me parece que no se puede pensar seriamente que haya varias que sean igualmente verdaderas. Si solamente hay un Dios, no puede haber más que una verdad divina, y una sola religión verdadera.

Porque una cosa es tener una mente abierta, y otra muy distinta decir que cada uno se fabrique su religión y que no se preocupe porque todas van a ser verdaderas. Por eso decía Chesterton que “tener una mente abierta es como tener la boca abierta: no es un fin, sino un medio. Y el fin —decía con sentido del humor— es cerrar la boca sobre algo sólido”. Continuar leyendo “10. ¿Da igual una religión que otra?”

11. ¿Es la religión cristiana la verdadera?

No somos nosotros los que creamos la verdad,
los que la dominamos y la hacemos valer.
Es la verdad la que nos posee.

Alejandro Llano

Una seguridad razonable

—¿Y por qué precisamente la religión cristiana va a ser la verdadera?

Es realmente difícil, en un diálogo como el que llevamos, no acabar en esta pregunta. Intentaré responderte, pero no esperes una demostración que lleve a una evidencia aplastante.

—¿Quieres decir entonces que no se puede demostrar?

Una cosa es que algo sea demostrable y otra que sea evidente. Se pueden aportar pruebas sólidas, racionales y convincentes, pero nunca serán pruebas aplastantes e irresistibles.

Ten en cuenta, además, que no todas las verdades son demostrables. Y menos aún para quien entiende por demostración algo que ha de estar atado indefectiblemente a la ciencia experimental, aunque a ese prejuicio ya le hemos dedicado un par de capítulos y será mejor no repetirse. Continuar leyendo “11. ¿Es la religión cristiana la verdadera?”

12. ¿Existió realmente Jesucristo?

No saber lo que ha sucedido
antes de nosotros
es como ser incesantemente niños.
Cicerón

¿Realidad verdadera… o una ficción?

—¿Y no pudo ser Jesucristo un fanático, o un esquizofrénico que se inventase su papel con gran genialidad?

«La verdad es que, si esto fuera así —continúa Tomás Alfaro—, sería el mayor farsante de todos los tiempos. Porque encarnó con una exactitud impresionante dieciocho siglos de profecías anteriores a Él. Y de las distintas interpretaciones a esas profecías, no fue a elegir la más fácil ni la más agradable. Continuamente surgían en Israel supuestos Mesías que pretendían ser el libertador victorioso. Naturalmente, ellos y sus seguidores eran eliminados en poco tiempo por la potencia dominante del momento. Sus burdas doctrinas no les sobrevivían más allá de unos meses, tal vez unos años en el mejor de los casos. Pero no se sabe de un solo caso de un farsante que quisiera representar el papel de la profecía del Siervo Sufriente y morir de una manera tan cruel (y tan infame en aquellos tiempos).» Continuar leyendo “12. ¿Existió realmente Jesucristo?”

13. Valor histórico de los evangelios

Basta a menudo
cambiar de modo de vivir
para creer en la verdad
que se negaba.

Hugo de Lamennais

¿Merecen credibilidad los Evangelios que conocemos?

—No voy a ser yo quien niegue ahora la existencia de Jesucristo. ¿Pero cómo sabemos que los Evangelios merecen credibilidad sobre lo que hizo y lo que dijo realmente?

Un libro histórico —como son los Evangelios— merece credibilidad cuando reúne tres condiciones básicas: ser auténtico, ser verídico y ser íntegro. Es decir, que el libro fue escrito en la época y por el autor que se le atribuye (autenticidad), el autor del libro conoció los sucesos que refiere y no quiere engañar a sus lectores (veracidad) y, por último, ha llegado hasta nosotros sin alteración sustancial (integridad).

Los Evangelios parecen auténticos, en primer lugar, porque solo un autor contemporáneo de Jesucristo o discípulo inmediato suyo pudo escribirlos. Si se tiene en cuenta que en el año 70 Jerusalén fue destruida y la nación judía desterrada en masa, difícilmente un escritor posterior, con los medios que entonces tenían, habría podido describir bien los lugares; o simular los hebraísmos que figuran en el griego vulgar en que está redactado casi todo el Nuevo Testamento; o inventarse las descripciones que aparecen, tan ricas en detalles históricos, topográficos y culturales, que han sido confirmadas por los sucesivos hallazgos arqueológicos y los estudios sobre otros autores de aquel tiempo. Los hechos más notorios de la vida de Jesús son perfectamente comprobables mediante diferentes fuentes independientes de conocimiento histórico. Continuar leyendo “13. Valor histórico de los evangelios”

14. ¿Acaso Dios busca fastidiar?

Si el semblante de la virtud
pudiera verse,
enamoraría a todos.

Platón

¿Caminar sobre el agua?

Ha escrito un pensador español que quien, en aras de la libertad, pretendiera caminar sobre las aguas, solo conseguiría ahogarse. Y si esto sucede en el orden físico, algo parecido ocurre en el orden moral.

Es verdad que los efectos de transgredir las leyes morales no suelen ser tan patentes como ir en contra de las leyes físicas, pero no por eso las consecuencias son menos destructoras. Transgredir las leyes físicas —como, por ejemplo, al pretender caminar sobre las aguas— acarrea unas consecuencias fácilmente comprobables. Pero el hecho de que sean más fácilmente comprobables no implica que por eso sean más ciertas: simplemente, son más fáciles de percibir o de entender. Continuar leyendo “14. ¿Acaso Dios busca fastidiar?”

15. ¿La fe ayuda a disfrutar de la vida?

No hay en el mundo señorío
como la libertad del corazón.

Baltasar Gracián

Afortunadamente, Dios no es kantiano

—Pero si el hombre hace el bien por miedo al castigo de la naturaleza, o para conseguir el premio del cielo, o para encontrar un consuelo divino en la tierra…, ¿no está entonces actuando de forma egoísta?

La moral exige cierta abnegación y renuncia, pero esa renuncia no es el fin que se busca. Desear el propio bien, y esperar gozar de él en el futuro, no tiene por qué ser egoísmo.

Si Dios fuese kantiano —decía C. S. Lewis—, y por tanto, no nos aceptara hasta que fuésemos a Él impulsados por los más puros y mejores motivos, entonces nadie podría salvarse. Kant pensaba que ninguna acción tenía valor moral a menos que fuese hecha como fruto de una pura reverencia a la ley moral, es decir, sin contar para nada con el atractivo o la inclinación hacia esa buena obra. Continuar leyendo “15. ¿La fe ayuda a disfrutar de la vida?”

16. ¿Tiene alguien derecho a imponerme sus valores?

Las condiciones de supervivencia
de la humanidad
no están sujetas a votación:
son como son.

Robert Spaemann

¿Existen valores absolutos?

Cuenta Peter Kreeft que un día, durante una de sus clases de ética, un alumno le dijo que la moral era algo relativo y que él como profesor no tenía derecho a “imponerle sus valores”.

Bien —contestó Kreeft, para iniciar un debate sobre aquella cuestión—, voy a aplicar a la clase tus valores y no los míos. Tú dices que no hay valores absolutos, y que los valores morales son subjetivos y relativos. Como resulta que mis ideas personales son un tanto singulares en algunos aspectos, a partir de este momento voy a aplicar esta: todas las alumnas quedan suspendidas.

El alumno se quedó sorprendido y protestó diciendo que aquello no era justo.

Kreeft le argumentó: ¿Qué significa para ti ser justo? Porque si la justicia es solo “mi” valor o “tu” valor, entonces no hay ninguna autoridad común a nosotros dos. Yo no tengo derecho a imponerte mi sentido de la justicia, pero tú tampoco puedes imponerme el tuyo…

Por tanto, solo si hay un valor universal llamado justicia, que prevalezca sobre nosotros, puedes apelar a él para juzgar injusto que yo suspenda a todas las alumnas. Pero si no existieran valores absolutos y objetivos fuera de nosotros, solo podrías decir que tus valores subjetivos son diferentes de los míos, y nada más.

Sin embargo —continuó Kreeft—, no dices que no te gusta lo que yo hago, sino que es injusto. O sea, que, cuando desciendes a la práctica, sí crees en los valores absolutos. Continuar leyendo “16. ¿Tiene alguien derecho a imponerme sus valores?”