Ben Sarok, un hombre cruel, no podía ver nada sano ni bello sin destrozarlo. Al borde de un oasis se encontró con una joven palmera. Esto le irritó, así que cogió una pesada piedra y la colocó justo encima de la palmera. Entonces, con una mueca malvada, pasó por encima. La joven palmera intentó eliminar la carga, pero fue en vano. Después, el joven árbol probó una táctica diferente. Cabó hacia el interior para soportar su peso, hasta que sus raíces encontraron una fuente escondida de agua. Entonces el árbol creció más alto que todos los otros, logró culminar todas las sombras. Con el agua de las profundidades de la tierra y el sol de los cielos se convirtió en un árbol majestuoso. Años más tarde, Ben Sarok volvió para disfrutar de la imagen del pequeño árbol que había destrozado. Pero no pudo encontrarlo en ningún lugar. Por último el árbol se inclinó, le mostró la piedra sobre su copa y dijo: “Ben Sarok, tengo que agradecerte, tu daño me hizo más fuerte”.
Categoría: 6 Recursos
Tener imaginación
Un cazador va a África y lleva su perrito Foxterrier para no sentirse solo. Un día, ya en África, el perrito, persiguiendo mariposas, se aleja y se extravía, comenzando a vagar solo por la selva. En eso ve a lo lejos que viene una pantera enorme a todo correr, y al ver que la pantera lo quiere devorar, piensa rápidamente qué puede hacer. Ve un montón de huesos de un animal muerto y se pone a mordisquearlos. Cuando la pantera está a punto de atacarlo, el perrito dice: “¡Uah…, qué rica estaba esta pantera que me acabo de comer!”. La pantera lo escucha y frena en seco, gira y huye despavorida pensando: “¡Este animal casi me come a mi también!”. Un mono que andaba trepando en un árbol cercano y que había visto y oído toda la escena, sale corriendo tras la pantera para contarle cómo había sido engañada por el perrito. Pero el perrito oye al mono chivato. El mono contó todo a la pantera, y esta, muy enojada, le dice al mono: “¡Súbete a mi espalda y busquemos a ese perro maldito, a ver quién se come a quién!”. Y salen corriendo a toda velocidad a buscar al Foxterrier. El perrito ve a lo lejos que vuelve la pantera, ahora con el mono chivato encima. “¿Y ahora qué hago…?”, se pregunta. En vez de salir corriendo, que habría sido su perdición, se queda sentado dándoles la espalda como si no los hubiera visto. Cuando la pantera está a punto de atacarle, el perrito dice: “¡Pero qué mono más sinvergüenza…! Hace media hora que lo mandé a traerme otra pantera y todavía no había aparecido…!”. Como decía Albert Einstein, en los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento.
Cuida a los que amas
Había una joven muy rica, que tenía de todo, un marido maravilloso, unos hijos encantadores, un empleo que le daba muchísimo bien, una familia unida. Lo malo es que ella no conseguía conciliar todo eso, el trabajo y los quehaceres le ocupaban todo el tiempo, y ella lo quitaba de los hijos y su marido, y así las personas que ella amaba eran siempre dejadas para después. Hasta que un día, su padre, un hombre muy sabio, le dio un regalo: una flor carísima y rarísima, de la cual sólo había un ejemplar en todo el mundo. Y le dijo: “Hija, esta flor te va a ayudar mucho, más de lo que te imaginas. Tan sólo tendrás que regarla de vez en cuando, y a veces conversar un poco con ella, y te dará a cambio ese perfume maravilloso y esas maravillosas flores”. La joven quedó muy emocionada, pues la flor era de una belleza sin igual. Pero el tiempo fue pasando, los problemas surgieron de nuevo, el trabajo consumía todo su tiempo, y su vida, que continuaba confusa, no le permitía cuidar de la flor. Llegaba a casa, miraba la flor y todavía estaba allí. No mostraban señal de estropearse, estaba linda y perfumada. Entonces ella pasaba de largo. Hasta que un día, de pronto, la flor murió. Ella llegó a casa y se llevó un susto. La flor estaba completamente muerta, caída, y su raíz estaba reseca. La joven lloró mucho, y contó a su padre lo que había ocurrido. Su padre entonces respondió: “Yo ya me imaginaba que eso ocurriría, y no te puedo dar otra flor, porque no existe otra igual a esa, pues era única, igual que tus hijos, tu marido y tu familia. Todos son bendiciones que Dios te dio, pero tú tienes que aprender a regarlos y prestarles atención, pues al igual que la flor, los sentimientos también mueren. Te acostumbraste a ver la flor siempre allí, siempre florida, siempre perfumada, y te olvidaste de cuidarla. ¡Cuida a las personas que amas!”.
El heredero
Érase una vez, de acuerdo con la leyenda, que un reino europeo estaba regido por un rey muy cristiano, y con fama de santidad, que no tenía hijos. El monarca envió a sus heraldos a colocar un anuncio en todos los pueblos y aldeas de sus dominios. Este decía que cualquier joven que reuniera los requisitos exigidos, para aspirar a ser posible sucesor al trono, debería solicitar una entrevista con el Rey. A todo candidato se le exigían dos características: 1º Amar a Dios. 2º Amar a su prójimo. En una aldea muy lejana, un joven leyó el anuncio real y reflexionó que él cumplía los requisitos, pues amaba a Dios y, así mismo, a sus vecinos. Una sola cosa le impedía ir, pues era tan pobre que no contaba con vestimentas dignas para presentarse ante el santo monarca. Carecía también de los fondos necesarios a fin de adquirir las provisiones necesarias para tan largo viaje hasta el castillo real. Su pobreza no sería un impedimento para, siquiera, conocer a tan afamado rey. Trabajó de día y noche, ahorró al máximo sus gastos y cuando tuvo una cantidad suficiente para el viaje, vendió sus escasas pertenencias, compró ropas finas, algunas joyas y emprendió el viaje. Algunas semanas después, habiendo agotado casi todo su dinero y estando a las puertas de la ciudad se acercó a un pobre limosnero a la vera del camino. Aquél pobre hombre tiritaba de frío, cubierto sólo por harapos. Sus brazos extendidos rogaban auxilio. Imploró con una débil y ronca voz: “Estoy hambriento y tengo frío, por favor ayúdeme…”. El joven quedó tan conmovido por las necesidades del limosnero que de inmediato se deshizo de sus ropas nuevas y abrigadas y se puso los harapos del limosnero. Sin pensarlo dos veces le dio también parte de las provisiones que llevaba. Cruzando los umbrales de la ciudad, una mujer con dos niños tan sucios como ella, le suplicó: “¡Mis niños tienen hambre y yo no tengo trabajo!”. Sin pensarlo dos veces, nuestro amigo se sacó el anillo del dedo y la cadena de oro de cuello y junto con el resto de las provisiones se los entregó a la pobre mujer. Entonces, en forma titubeante, continuó su viaje al castillo vestido con harapos y carente de provisiones para regresar a su aldea. A su llegada al castillo, un asistente del Rey le mostró el camino a un grande y lujoso salón. Después de una breve pausa, por fin fue admitido a la sala del trono. El joven inclinó la mirada ante el monarca. Cuál no sería su sorpresa cuando alzó los ojos y se encontró con los del Rey. Atónito y con la boca abierta dijo: “¡Usted…, usted! ¡Usted es el limosnero que estaba a la vera del camino!”. En ese instante entró una criada y dos niños trayéndole agua al cansado viajero, para que se lavara y saciara su sed. Su sorpresa fue también mayúscula: “¡Ustedes también! ¡Ustedes estaban en la puerta de la ciudad!”. ” Sí -replicó el Soberano con un guiño- yo era ese limosnero, y mi criada y sus niños también estuvieron allí”. “Pero… pe… pero… ¡usted es el Rey! ¿Por qué me hizo eso?”. “Porque necesitaba descubrir si tus intenciones eran auténticas frente a tu amor a Dios y a tu prójimo -dijo el monarca-. Sabía que si me acercaba a ti como Rey, podrías fingir y actuar no siendo sincero en tus motivaciones. De ese modo me hubiera resultado imposible descubrir lo que realmente hay en tu corazón. Como limosnero, no sólo descubrí que de verdad amas a Dios y a tu prójimo, sino que eres el único en haber pasado la prueba. ¡Tú serás mi heredero! ¡Tú heredaras mi reino!”.
La telaraña
Una vez un hombre era perseguido por varios malhechores que querían matarlo. El hombre entró en una cueva. Los malhechores empezaron a buscarlo por las cuevas anteriores de la que él se encontraba. Estaba desesperado y elevó una plegaria a Dios, de la siguiente manera: “Dios todopoderoso, haz que dos ángeles bajen y tapen la entrada, para que no entren a matarme”. En ese momento escuchó a los hombres acercándose a la cueva en la que el se encontraba, y vio que apareció una arañita. La arañita empezó a tejer una telaraña en la entrada. El hombre volvió a elevar otra plegaria, esta vez mas angustiado: “Señor te pedí ángeles, no una araña.” Y continuó: “Señor, por favor, con tu mano poderosa coloca un muro fuerte en la entrada para que los hombres no puedan entrar a matarme”. Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada, y observó a la arañita que seguía tejiendo una telaraña. Estaban ya los malhechores entrando en la cueva anterior de la que se encontraba el hombre y este quedó esperando su muerte. Cuando los malhechores estuvieron frente a la cueva que se encontraba el hombre, ya la arañita había tapado toda la entrada con su telaraña, y se escuchó esta conversación: “Vamos, entremos a esta cueva.” “No, ¿no ves que hasta hay telarañas, que nadie ha entrado recientemente en esta cueva? Sigamos buscando en las demás.” Muchas veces pedimos cosas que desde nuestra perspectiva humana son lo que urgentemente necesitamos, pero Dios nos da otras con las que nos muestra mejores soluciones.
Un pequeño gusano
Un pequeño gusano caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un saltamontes. “¿Hacia dónde te diriges?”, le preguntó. Sin dejar de caminar, la oruga contestó: “Tuve un sueño anoche: soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo”. Sorprendido, el saltamontes dijo mientras su amigo se alejaba: “¡Debes estar loco! ¿Cómo podrás llegar hasta aquel lugar? ¡Tú, una simple oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable”. Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó, y su diminuto cuerpo no dejó de moverse. De pronto se oyó la voz de un escarabajo: “¿Hacia dónde te diriges con tanto empeño?”. Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante: “Tuve un sueño y deseo realizarlo; subir a esa montaña y desde ahí contemplar todo nuestro mundo”. El escarabajo soltó una carcajada y dijo: “Ni yo, con patas tan grandes, intentaría realizar algo tan ambicioso”. Y se quedó en el suelo tumbado mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros. Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor le aconsejaron desistir: “¡No lo lograrás jamás!”. Pero en el interior del gusanito había un impulso que le obligaba a seguir. Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. “Estaré mejor”, fue lo último que dijo, y murió. Todos los animales del valle fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo, que había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable. Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos, aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta, poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos. Una mariposa, no hubo nada que decir, todos sabían lo que pasaría, se iría volando hasta la gran montaña y realizaría su sueño, el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se había equivocado. Dios nos ha creado para realizar un sueño; pongamos la vida en intentar alcanzarlo, y si nos damos cuenta que no podemos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas y entonces lo lograremos. El éxito en la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que superar en el camino.
Generosidad y egoísmo
Dice una antigua leyenda china, que un discípulo preguntó al Maestro: “¿Cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?”. El Maestro le respondió: “Es muy pequeña, sin embargo tiene grandes consecuencias. Ven, te mostraré una imagen de cómo es el infierno”. Entraron en una habitación donde un grupo de personas estaba sentado alrededor de un gran recipiente con arroz, todos estaban hambrientos y desesperados, cada uno tenía una cuchara tomada fijamente desde su extremo, que llegaba hasta la olla. Pero cada cuchara tenía un mango tan largo que no podían llevársela a la boca. La desesperación y el sufrimiento eran terribles. Ven, dijo el Maestro después de un rato, ahora te mostraré una imagen de cómo es el cielo. Entraron en otra habitación, también con una olla de arroz, otro grupo de gente, las mismas cucharas largas… pero, allí, todos estaban felices y alimentados. “¿Por qué están tan felices aquí, mientras son desgraciados en la otra habitación, si todo es lo mismo? Como las cucharas tienen el mango muy largo, no pueden llevar la comida a su propia boca. En una de las habitaciones están todos desesperados en su egoísmo, y en la otra han aprendido a ayudarse unos a otros.
El inventario de las cosas perdidas
A mi abuelo aquel día lo vi distinto. Tenía la mirada enfocada en lo distante. Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que era el último día de su vida. Me aproximé y le dije: “¡Buenos días, abuelo!”. Y él extendió su mano en silencio. Me senté junto a su sillón y después de unos instantes un tanto misteriosos, exclamó: “¡Hoy es día de inventario, hijo!”. “¿Inventario?”, pregunté sorprendido. “Sí. ¡El inventario de tantas cosas perdidas! Siempre tuve deseos de hacer muchas cosas que luego nunca hice, por no tener la voluntad suficiente para sobreponerme a mi pereza. Recuerdo también aquella chica que amé en silencio por cuatro años, hasta que un día se marchó del pueblo sin yo saberlo. También estuve a punto de estudiar ingeniería, pero no me atreví. Recuerdo tantos momentos en que he hecho daño a otros por no tener el valor necesario para hablar, para decir lo que pensaba. Y otras veces en que me faltó valentía para ser leal. Y las pocas veces que le he dicho a tu abuela que la quiero, y la quiero con locura. ¡Tantas cosas no concluidas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas!”. Luego, su mirada se hundió aun más en el vacío y se le humedecieron sus ojos, y continuó: “Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi vida. A mi ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo”. Luego, con cierta alegría en el rostro, continuó: “¿Sabes qué he descubierto en estos días? ¿Sabes cuál es el pecado mas grave en la vida de un hombre?”. La pregunta me sorprendió y solo atiné a decir, con inseguridad: “No lo había pensado. Supongo que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y desearle el mal…”. Me miró con afecto y me dijo: “Pienso que el pecado más grave en la vida de un ser humano es el pecado por omisión. Y lo más doloroso es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas.” Al día siguiente, regresé temprano a casa, después del entierro del abuelo, para hacer con calma mi propio “inventario” de las cosas perdidas, de las cosas no dichas, del afecto no manifestado.
J. R. R. Tolkien
Las mejores frases de “El Señor de los Anillos” Muchos de los que viven merecen morir, y muchos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos. (SA I, 2) Gandalf.
No te entrometas en asuntos de magos, pues son astutos y de cólera fácil. (SA I, 3) Gildor.
No pidas consejo a los elfos, pues te dirán al mismo tiempo que sí y que no. (SA I, 3) Frodo.
Raras veces los Elfos dan consejos indiscretos, pues un consejo es un regalo muy peligroso, aun del sabio al sabio, ya que todos los rumbos pueden terminar mal. (SA I, 3) Gildor.
El coraje se encuentra en sitios insólitos. (SA I, 3) Gildor.
Los atajos cortos traen retrasos largos. (SA I, 4) Pippin.
Los atajos cortos traen retrasos largos, pero las posadas los alargan todavía más. (SA I, 4) Frodo.
Aquel que quiebra algo para averiguar que es ha abandonado el camino de la sabiduría. (SA II, 2) Gandalf.
Aun las arañas más hábiles pueden dejar un hilo flojo. (SA II, 2) Gandalf.
El valor necesita fuerza ante todo, y luego una ama. (SA II, 2) Boromir.
Sólo desesperan aquellos que ven el fin mas allá de toda duda. (SA II, 2) Gandalf.
Es sabiduría reconocer la necesidad, cuando todos los otros cursos ya han sido considerados aunque pueda parecer locura a aquellos que se atan a falsas esperanzas. (SA II, 2) Gandalf.
Los débiles pueden intentar esta tarea con tantas esperanzas como los fuertes. Sin embargo, así son a menudo los trabajos que mueven las ruedas del mundo. Las manos pequeñas hacen esos trabajos porque es menester haceros, mientras los ojos de los grandes se vuelven a otra parte. (SA II, 2) Elrond.
Desleal es aquel que se despide cuando el camino se oscurece. (SA II, 3) Gimli.
No jure que caminara en las tinieblas quien no ha visto la caída de la noche. (SA II, 3) Elrond.
Un juramento puede dar fuerzas a un corazón desfalleciente. (SA II, 3) Gimli.
Cuando las cabezas no saben qué hacer hay que recurrir a los cuerpos. (SA II, 3) Boromir.
Que el labrador empuje el arado, pero elige una nutria para nadar, y para correr levemente sobre la hierba y las hojas, o sobre la nieve… un Elfo. (SA II, 3) Légolas.
El trabajo que nunca se empieza es el que más tarda en terminarse. (SA II, 7) Sam.
Ocurre a menudo que las viejas guardan en la memoria cosas que los sabios de otros tiempos necesitaban saber. (SA II, 8) Celeborn.
Donde la vista falla la tierra puede traernos algún rumor. (SA III, 2) Aragorn.
La solución se encuentra a menudo a la salida del sol. (SA III, 2) Légolas.
Cuando los grandes caen, los pequeños ocupan sus puestos. (SA III, 2) Aragorn.
Las ovejas terminan por parecerse a los pastores y los pastores a las ovejas. (SA III, 4) Bárbol.
Quien primero golpea, si golpea con bastante fuerza, quizá no tenga que golpear de nuevo. (SA III, 5) Gandalf.
Un arma traidora es siempre un peligro para la mano. (SA III, 5) Gandalf.
La esperanza no es la victoria. (SA III, 5) Gandalf.
En la duda, un hombre de bien ha de confiar en su propio juicio. (SA III, 6) Háma.
Las noticias que llegan de lejos rara vez son ciertas. (SA II, 6) Théoden.
Hay dos formas en las que un hombre puede traer malas nuevas. Puede ser un espíritu maligno, o bien uno de esos que prefiere la soledad y sólo vuelven para traer ayuda en tiempos de necesidad. (SA III, 6) Gandalf.
Un corazón leal puede tener una lengua insolente. (SA III, 6) Théoden.
Para ojos aviesos la verdad puede ocultarse detrás de una mueca. (SA III, 6) Gandalf.
Más de una vez, el huésped a quien nadie ha invitado resulta ser la mejor compañía. (SA II, 7) Éomer.
El amanecer es siempre una esperanza para el hombre. (SA III, 7) Aragorn.
Quien no es capaz de desprenderse de un tesoro en un momento de necesidad es como un esclavo encadenado. (SA III, 9) Aragorn.
El visitante que escapó por el techo lo pensará dos veces antes de volver a entrar por la puerta. (SA III, 10) Gandalf.
Los traidores siempre son desconfiados. (SA III, 10) Gandalf.
No puede ser al mismo tiempo tirano y consejero. (SA III, 10) Gandalf.
Cuando la conspiración está madura, el secreto ya no es posible. (SA III, 10) Gandalf.
A menudo el odio se vuelve contra sí mismo. (SA III, 10) Gandalf.
No te entrometas en asuntos de magos, que son gente astuta e irascible. (SA III, 11) Merry.
El peligro llega por la noche cuando menos se lo espera. (SA III, 11) Gandalf.
El daño del mal recae a menudo sobre el propio mal. (SA III, 11) Théoden.
Los artilugios creados por un arte superior al que nosotros poseemos son siempre peligrosos. (SA III, 11) Gandalf.
El que mordía fue mordido, el halcón dominado por el águila, la araña aprisionada en una tela de acero. (SA III, 11) Gandalf.
Una mano quemada es el mejor maestro. Luego cualquier advertencia sobre el fuego llega derecha al corazón. (SA III, 11) Gandalf.
Solo atravesando la noche se llega a la mañana. (SA IV, 2) J.R.R. Tolkien.
A menudo la noche trae las nuevas a los parientes cercanos. (SA IV, 5) Faramir.
Tarde o temprano el crimen siempre sale a la luz. (SA IV, 5) Faramir.
Los ojos parpadean si los pies tropiezan. (SA IV, 5) Faramir.
Al caer la noche las cosas parecen a veces más grandes de lo que son. (SA IV, 5) Anborn.
El alabar lo que es digno de alabanza no necesita recompensa. (SA IV, 5) Faramir.
Parece menos grave aconsejar a alguien que falte a una promesa que hacerlo uno mismo, sobre todo si se trata de un amigo atado involuntariamente por un juramento nefasto. (SA IV, 6) Faramir.
Donde hay vida hay esperanza y necesidad de vituallas. (SA IV, 7) Sam.
Los actos generosos no han de ser reprimidos por fríos consejos. (SA V, 1) Gandalf.
Es en la mesa donde los hombres pequeños realizan las mayores proezas. (SA V, 1) Beregond.
Un golpe apresurado suele no dar en el blanco. (SA V, 2) Aragorn.
Donde no falta voluntad siempre hay un camino. (SA V, 3) Dernhelm (Éowyn).
No siempre los consejos han de encontrarse en los artilugios de los magos o en la precipitación de los locos. (SA V, 4) Denethor.
Un traidor puede traicionarse a sí mismo y hacer involuntariamente un bien. (SA V, 4) Gandalf.
La necesidad no tolera tardanzas, pero más vale tarde que nunca. (SA V, 5) Éomer.
Cuando todo está perdido llega a menudo la esperanza. (SA V, 9) Légolas.
El valor de las grandes hazañas no merma nunca. (SA V, 9) Légolas.
Donde hay un látigo hay una voluntad. (SA VI, 2) Uruk Hai.
Aun aquellos que no tienen espada pueden morir bajo una espada. (SA VI, 5) Éowyn.
No siempre lo bueno es estar curado del cuerpo. (SA VI, 5) Éowyn.
A mucha gente le gusta saber de antemano qué se va a servir en la mesa; pero los que han trabajado en la preparación del festín prefieren mantener el secreto; pues la sorpresa hace más sonoras las palabras de elogio. (SA VI, 5) Gandalf.
No dejéis que vuestras cabezas se vuelvan más grandes que vuestros sombreros. (SA VI, 6) Bilbo.
Ciertas heridas nunca curan del todo. (SA VI, 7) Gandalf.
Es viento malo aquel que no trae bien a nadie. (SA VI, 9) Tío Gamyi.
Cuando las cosas están en peligro alguien tiene que renunciar a ellas, perderlas, para que otros las conserven. (SA VI, 9) Frodo.
Suele ocurrir que en tiempos de peligro los hombres oculten el tesoro más preciado. (SA VI, Ap.) Aragorn.
Las mejores frases de “Cuentos inconclusos” A través de la oscuridad es posible llegar a la luz. (CI 1, I) Gelmir.
No en todas las tierras es posible cazar sin riesgo, por abundantes que sean las bestias. Y los cazadores se demoran en los caminos. (CI 1, I) Túor.
Da con prodigalidad, pero da sólo lo tuyo. (CI 1, II) Sador.
Un hombre que huye de lo que teme a menudo comprueba que sólo ha tomado un atajo para salirle al encuentro. (CI 1, II) Sador.
El dolor es una piedra de afilar para un temple duro. (1, II)Sador.
La vida de los hombres es corta, y en ella suele haber múltiples infortunios, aun en tiempos de paz. (CI 1, II) Tomado de http://www.geocities.com/aragorn_y_gandalf/frases.html
Alojzije Stepinac: El resto de su vida en la cárcel por no ceder al chantaje
Stepinac asumió la sede del Arzobispado de Zagreb el 7 de diciembre de 1937, en condiciones sumamente difíciles respecto de la religión, la sociedad, la política y la economía, tanto en Croacia como en todo el mundo. En la vorágine de los hechos bélicos, Stepinac, arriesgando su vida tanto ante los nazis como ante los comunistas, continuó luchando por el valor indudable de su nación croata, y al mismo tiempo se transformó en un luchador intrépido de los derechos fundamentales de cada hombre y cada nación, defensor de la verdad y de la moral, protector de todas las personas amenazadas, sin tener en cuenta su pertenencia nacional y religiosa.
Cuando llegó el nuevo gobierno, Stepinac continuó trabajando en forma impávida, según lo dictaba su conciencia. Los comunistas sabían que no podían acusarlo de nada, por lo que lo dejaron trabajar en las nuevas condiciones. Sin embargo, se decepcionaron cuando vieron que no podían ponerlo de su parte ni convencerle de separar a la Iglesia Católica en Croacia de la Santa Sede, aun después de quince meses de nuevo gobierno.
El 12 de junio de 1946 Stepinac fue detenido. Acusado de colaboracionismo con el régimen ustacha, se le preparó una farsa de juicio. El tribunal popular admitió 58 testigos en contra del acusado y sólo siete a su favor, pese a que la defensa había propuesto 35. Uno de los siete era un serbio ortodoxo, Milutin Radetic, director de la clínica universitaria de Zagreb, a quien, en la guerra, los ustacha habían apresado y condenado a muerte por haber prestado asistencia médica a partisanos. Se salvó de la ejecución por la intervención personal de Stepinac. Su testimonio no fue tenido en cuenta por los jueces, que lo expulsaron de la sala llamándolo “clero fascista”. Parecida suerte corrieron los otros testigos favorables. Poco después, Radetic perdió su puesto en la clínica.
El 11 de octubre Stepinac fue condenado a 16 años de trabajos forzados y cinco de privación de los derechos cívicos. Fue enviado a un campo de prisioneros en Lepoglava. Los carceleros no se atrevieron a imponer al arzobispo los trabajos que mandaba la sentencia: sabían que era un símbolo de la nación croata y cualquier violencia contra él podría provocar una revuelta por parte de los demás presos. Por ello, le mantuvieron encerrado en una celda pequeña, sin apenas ventilación.
En 1951, el arzobispo estaba muy enfermo. La presión internacional logró por fin que fuera dejado bajo arresto domiciliario. Estrechamente vigilado, permaneció recluido en la parroquia de Krasic hasta su muerte.
Aislado, Stepinac consiguió sin embargo hacer llegar su voz a numerosas personas a través de una abundante correspondencia. Durante los ocho años que pasó en Krasic, escribió más de cinco mil cartas. En algunas empleaba un tono especialmente enérgico, cuando tenía que exhortar a sus sacerdotes a resistir las presiones de los mandos políticos para que se sumaran a las asociaciones de clérigos controladas por el régimen. Veía el daño que tales manejos causarían a la catolicidad y unidad de la Iglesia, que para él era lo más sagrado.
Aunque rogaba a los destinatarios que destruyesen sus cartas, algunos las conservaron. Quizá lo más llamativo en la correspondencia de Stepinac está en sus referencias a los guardianes: rezaba por ellos constantemente. El proceso de beatificación ha confirmado que en los escritos del cardenal no se ha encontrado una palabra de resentimiento contra sus perseguidores.
En 1952, Pío XII anunció su decisión de hacer cardenal a Stepinac. El régimen yugoslavo reaccionó rompiendo las relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Sin embargo, el Papa hizo efectivo el nombramiento al año siguiente.
El 5 de diciembre de 1959, Stepinac envió una carta al gobierno yugoslavo en la que hacía constar los malos tratos de que había sido objeto. En ella escribió: “Los guardias pueden continuar vigilándome, según vuestras instrucciones, para hacerme la vida imposible. Yo, con la gracia de Dios, seguiré adelante hasta el final, sin odiar a nadie, pero sin miedo de nadie”. Murió dos meses después, el 10-II-1960. Para evitar que se encontraran pruebas que apoyaran los rumores de envenenamiento, se destruyeron las vísceras del cadáver. En 1996, los restos fueron exhumados y analizados por especialistas de la Congregación para las Causas de los Santos, que hallaron restos de veneno en sus huesos. Este descubrimiento fue el motivo de que la Congregación declarara mártir a Stepinac el 11-XI-1997.
El 14 de febrero de 1992, el Parlamento de la nueva Croacia independiente decidió por unanimidad rehabilitar la memoria del Card. Stepinac, junto con los demás condenados en los procesos políticos de aquella época, incluidos comunistas que fueron víctimas de las purgas. Sobre Stepinac, el Parlamento afirmó que el cardenal “fue condenado, pese a ser inocente, porque había rehusado realizar el cisma eclesial que le ordenaban los gobernantes comunistas”, y “porque actuó contra la violencia y los crímenes de los gobernantes comunistas, como había hecho durante la II Guerra Mundial para proteger a los perseguidos, con independencia del origen étnico y de las convicciones religiosas”.
El Cardenal Alojzije Stepinac fue beatificado el 3 de octubre de 1999 por Juan Pablo II, a sólo 38 años de su muerte. Fue un luchador incansable por la paz durante la Segunda Guerra Mundial, además de un valiente defensor de la dignidad del hombre y protector de la Iglesia en Croacia durante el régimen comunista. Juan Pablo II se ha referido a Stepinac llamándolo “baluarte de la Iglesia croata”, que “resistió el yugo del comunismo en nombre de los derechos humanos y de la dignidad cristiana”.