La paciencia son las estalactitas y estalagmitas de la vida: ellas se van formando muy poco a poco en la oscuridad, se integran gota a gota y de manera irregular, no geométrica, requieren de tiempo, y crecen por arriba y por abajo siendo al fin muy hermosas. La paciencia es un bonsai: solo tiempo, fe, cuidados y mimos le hacen crecer. No se puede jalar el arbolito de las ramas, sacarlo de su maceta, para ver si está echando raíces. Necesita la humildad del humus para desarrollarse. Podemos explicar esta parábola con otra. Es, en efecto, como aquella rana que al saltar cayó en un cubo de crema, pero que chapoteando y chapoteando amaneció por la mañana sobre una masa de mantequilla que ella misma había batido. Allí estaba con su cara sonriente tragando las moscas que venían por docenas de todas partes.