La clonación humana nunca es lícita; ni siquiera la que se practica con fines terapéuticos o al servicio de la experimentación científica. ¿Y por qué no también la eugenésica? La vida embrionaria es ya un proyecto de ser humano, es decir, de persona. Y la dignidad de la persona obliga a tratarla siempre como un fin en sí y nunca como medio.
No es lícito producir vida humana con el fin de destruirla, aunque sirva a la experimentación médica o a la curación de otras personas. No faltan discusiones sutiles sobre el origen de la vida, pero, por más vueltas que se le dé, la vida comienza desde el momento de la concepción, desde la formación del embrión.
La ley no debe vulnerar la dignidad de la vida, ni condicionarla a la autonomía de los padres.Por ello, al proyecto de ley que prepara el Gobierno socialista sobre clonación terapéutica hay que oponerle graves objeciones morales y jurídicas. No basta invocar a la ciencia. La ciencia no posee licencia para matar ni tampoco para manipular y reducir la vida a puro medio. También el doctor Mengele invocaba, en vano, a la ciencia. (Nota para manipuladores: no estoy equiparando nada).