El nombre filosofía es de una actualidad siempre nueva. No es fácil sustituir el nombre de filosofía por otro sinónimo porque filosofía significa amor a la sabiduría. Definir la sabiduría es algo atrevido, pero atractivo. Pretendo acercarme un poco a esta noción de un modo práctico y relativo a lo que he visto. Me parece que ser sabio es ser feliz; o, mejor dicho… intentar serlo. A la sabiduría la he visto más o menos encarnada en algunas personas distintas pero con un núcleo común: me parece que son mujeres y hombres felices y capaces de hacer felices a otros. Tienen también otros factores comunes: son gente práctica, laboriosa, con sentido común, paz, guasa, abnegación, fe, y -sobre todo- un amor maduro que se manifiesta en estar en las cosas de los demás de un modo simpático e ilusionado, sabiendo exigir cuando hace falta.
Es por lo que pienso que sabiduría es amor maduro, es decir: amor que sabe lo que es el sacrificio y cuenta con el dolor. En este sentido filosofía es querer alcanzar este tipo de actitud. Así vista la filosofía es algo que puede ser asumido por cualquier tipo de persona con una profesión honrada.
¿Qué pasa entonces con lo que comunmente se entiende por filosofía? Miles de razonamientos sobre lo que es la verdad y la mentira, qué sentido tiene la vida y la muerte, qué es moral o qué no lo es. Tienen el valor de buscar lo verdadero y procurar desmantelar lo falso porque no se puede amar sin conocer. Sin embargo alguien podría decir, con razón, que son muchas y muy distintas, incluso contrapuestas, las filosofías que han existido y existen. Es más, esta diversidad es con frecuencia presentada como cargo contra el estatuto científico de la filosofía. ¿Qué escoger? ¿Quién dice la verdad?… Pienso que hay que ser prudente: ayudarse por personas que merezcan nuestra confianza, dejarse asesorar, y ejercitar luego la libertad personal, porque la filosofía es una ciencia donde interviene de modo muy especial la voluntad. ¿Quién dice que se puede ser feliz a pesar de las cosas duras? ¿Quién fundamenta un auténtico sentido del humor que no sea ácido ni tonto? ¿Quién afirma que la felicidad pasa a través de los que me rodean y que esto no es una tontería?… Cada uno es quien ha de elegir una respuesta positiva y, si no quiere ser un renegado de la existencia, procurar vivirla. Conviene tener los suficientes resortes intelectuales y de voluntad para incrementar las propias convicciones hechas vida con un talante, dispuesto a rectificar, abierto al diálogo pero descubridor de errores y desviaciones, presentadas en ocasiones de modos muy sugerentes. Es una tarea antigua y novedosa.
Pienso que este es el valor de la filosofía como tarea intelectual: ayudar a vivir una vida lograda, una vida verdaderamente humana, una vida feliz. No son las luces por las sombras, sino al revés y siempre es una tarea actual, en el paisaje de la existencia, detectar dónde hay ceguera y dónde visión.