Entrevista de Carlos Azarola a Julio de la Vega-Hazas. –Se habla mucho de sectas, pero ¿qué es exactamente una secta? –Es un concepto de difícil definición. En realidad no he encontrado ninguna plenamente satisfactoria. En el libro doy la que me parece menos mala, pero el caso es que, des la que des, siempre hay alguna secta que no acaba de encajar. Denominamos secta a un grupo religioso –o, si se prefiere, religioso o “para-religioso”- autónomo del escalón más bajo de la religión, donde está lo menos razonable, lo más disparatado, lo menos sensato; generalmente surge alrededor de las doctrinas de un visionario. ¿Un loco? La verdad es que, en numerosas ocasiones -la mayoría, diría-, es alguien con síntomas claros de padecer algún trastorno mental.
–Si “secta” es tan indefinible, ¿por qué no hablar de “nuevos movimientos religiosos? –Es la denominación utilizada por la comunidad académica, para no emplear el término peyorativo de “secta”. Pero tampoco es muy convincente. En primer lugar, porque hay muchos nuevos movimientos religiosos que no entran para nada en este grupo. Y después, porque no todos son tan nuevos; los mormones, por ejemplo, tienen más de siglo y medio de existencia; y otros, como los rosacrucianos, aún más. No es la novedad lo que define una secta, ya que las ha habido siempre. Otra cosa es su carácter efímero: lo más frecuente es que no duren mucho, surgen unas y se extinguen otras. Por eso muchas son bastante nuevas.
–¿Pero quién define lo que es más o menos razonable? –Es una buena pregunta. En el fondo, es preguntar quién determina lo normal, o por qué no se puede considerar lo anormal como una normalidad alternativa. La pura estadística no da la solución. En buena parte, viene dada por el sentido común. No es muy razonable, por ejemplo, seguir a quien profetiza el fin del mundo en una fecha inminente y no se cumple; y se vuelven a dar otras tres fechas, y tampoco. Es el caso de los testigos de Jehová. Tampoco lo es seguir a un antiguo escritor de novelas de ciencia ficción que presenta una cosmovisión según la cual un antiguo dictador galáctico encerró los espíritus de gente que le sobraba, los metió en dos zonas volcánicas de un remoto planeta e hizo explotar bombas termonucleares para que saliesen de ahí unos seres con taras. El planeta es el nuestro, esos seres los hombres, las zonas volcánicas Hawaii y las Canarias, el iluminado en cuestión es Hubbard, y su organización es la llamada “cienciología”. Y menos razonable aún, además de trágico, es suicidarse para evitar el inminente “reciclado” del planeta, en el convencimiento de que te espera una nave extraterrestre detrás del cometa “Hale-Bopp”, como sucedió con los treinta y nueve integrantes de la secta “Puerta del Cielo”.
–¿Y cómo se explica que haya alguien que predique eso? –El problema no es ése. Visionarios no faltan en ninguna parte. La cuestión es explicar cómo es posible que haya gente normal que les sigue. Se han barajado muchas respuestas, pero, a poco que se estudie, se descubre que en último extremo el motivo es porque dan, y convencidos, una respuesta sobre el destino final del hombre. Aquí está la quintaesencia de lo religioso, lo que da sentido a la vida. Una persona se puede sentir inclinado a incorporarse a una secta cuando no ha recibido respuestas sobre esta cuestión, o se las han dado con poco convencimiento, o con poca coherencia, o por el motivo que sea no le han convencido. Por eso, quien ha sufrido que un allegado –un hijo, por ejemplo- se haya ido a una secta, tendría que preguntarse, por doloroso que fuera, si le ha sabido transmitir unas convicciones religiosas sólidas; o sea, una fe, y una fe con repercusión en la vida.
Esto se puede proyectar a un nivel más general. Un dato para hacer pensar: ¿se sabe que, en las áreas católicas del mundo, donde más han cuajado las sectas es precisamente donde más extendida estaba la llamada “teología de la liberación”? Fuera marxista o no, el caso es que se hablaba mucho de justicia social, sin que faltaran razones para ello, pero nada o casi nada de vida eterna.
Junto a esta razón, hay otra, de tipo más afectivo. Con frecuencia una secta se presenta como un grupo “familiar”, con fuerte cohesión y afecto entre sus miembros, lo cual atrae precisamente a personas con serias carencias en este aspecto. O sea, que la crisis de la familia favorece la proliferación de las sectas.
–¿Utilizan las sectas técnicas de manipulación mental para captar al adepto? –No. Esa es una explicación difundida por algunas organizaciones antisecta, y creada por algunos psicólogos. En resumidas cuentas, son personas relativistas, sin fe. Quien no cree en una verdad distinta de la empírica no puede argumentar diciendo que están siguiendo una mentira. Por eso, quieren ver un vicio en la voluntad, no en el entendimiento, y hablan de manipulación. Al final, arrojan la etiqueta de sectario a todo aquél que esté convencido de algo y lo propague, cuando se trata de religión. Pero sus teorías son muy poco consistentes; tal como están formuladas, inciden mucho más en otros tipos de grupos, como las pandillas callejeras y las llamadas “tribus urbanas”, que en las sectas. En realidad, son muy pocas personas, pero tienen un fuerte efecto multiplicador, porque cuando sucede una desgracia producida por alguna secta exótica, la prensa necesita información sobre sectas y con prisas, y acude a estos grupos porque son los que se presentan como expertos en la materia.
–¿Por eso tachan de secta a grupos católicos? –Sí. Y también protestantes, y hasta judíos. Lo hacen, además, con tonos alarmistas. Al final, como se puso de manifiesto en un congreso europeo que organizaron, leyendo sus conclusiones resulta que ellos salvan al mundo de la amenaza sectaria que se cierne sobre él. Y ése es precisamente… el lenguaje habitual de las sectas.
–¿Hay sectas que son un montaje que encubre un negocio, o algo inconfesable? –Dentro de una secta, cuando es tal, los miembros creen su doctrina. En algunos casos esa doctrina, reservada para círculos interiores, tiene algún aspecto inconfesable –por ejemplo, con respecto al sexo-, y por eso se esconde. Pero “montaje” en el sentido de que sea un tinglado montado con fines ajenos al religioso, no. Y respecto al negocio, lo hay muchas veces para financiar la secta, pero la secta no es tapadera para un negocio. Tenga en cuenta que un negocio es una transacción regida, cuando es limpia, por la justicia. Y eso no es malo. También yo hago un negocio a costa de las sectas: ofrezco al mercado un libro sobre el tema…
–¿Podría dar una breve panorámica de las sectas? –Las divido, en coincidencia con algunos otros autores, en cuatro grupos. El primero es el que tiene origen cristiano, aunque se trata de grupos que propiamente no son cristianos, porque ni creen en Jesucristo como Hijo de Dios ni tienen un bautismo válido; los ejemplos más característicos son los testigos de Jehová y los mormones. El segundo es el de sectas de impronta oriental, sobre todo hindú. El tercero es el más variopinto, que recoge sectas gnósticas y neopaganas, aunque probablemente en una edición posterior del libro deslinde los dos grupos. Los gnósticos pretenden enlazar con antiguos gnosticismos esotéricos; los neopaganos resucitan cultos antiguos –como los druidas, por ejemplo-, aunque con matices propios y muchas veces con una especie de religión ecologista de culto a la naturaleza de trasfondo. Y el último es un grupo aparte, con rasgos propios: las sectas satánicas. En ellas lo que hay no es una religión disparatada, sino una religión pervertida en su raíz, la “antirreligión” por antonomasia.
–Se habla de que muchos de esos grupos son peligrosos…
–Aquí hay que hacer una aclaración. ¿Peligrosos para quién? ¿Para los propios adeptos, o para terceros? –Empecemos por los propios adeptos.
–Hay un principio que se cumple siempre: una vida basada en mentiras sufre un perjuicio que se traduce en un deterioro personal, tanto mayor cuanto más desatinada sea la doctrina. Ese daño es moral siempre, psíquico en bastantes ocasiones, y físico sólo a veces. Dejar la vida en manos de un desequilibrado desde luego entraña sus peligros; en el extremo, ha habido casos de suicidios y asesinatos colectivos: los que han aparecido en la prensa. En este sentido, sí que hay un peligro, aunque para precisarlo habría que examinar cada grupo. También es un daño el que muchos que han pasado por una secta y la han dejado quedan con un cierto escepticismo y recelo para con la religión en general.
–¿Y daños a terceros? –Muchos menos. Aquí destacan las satánicas, las peores en todos los sentidos, en las que puede haber aberraciones de varios tipos, e incluso en algún caso crímenes, rituales o no. Por lo demás, la mayoría de las sectas son pacíficas, pero hay algunos casos de corrupción de menores, de amenazas, de curanderismos que hacen daño a la salud directamente, o indirectamente al abdicar de la medicina auténtica, y alguna otra cosa. En el extremo, está la japonesa que echó gas sarín –un potente neurotóxico- en el metro de Tokio.
–¿Se solucionaría algo con una ley antisecta? –No. Sería un desatino jurídico, basado en un concepto impreciso. Crearía inseguridad jurídica, una puerta abierta a la arbitrariedad. Con las leyes ordinarias basta para resolver los posibles problemas.
–Existe también la idea de que son actualmente una plaga.
–Es exagerado. Massimo Introvigne, el mayor experto mundial en sectas, declaraba recientemente que no hay motivo de alarma cuando en Europa no llegan al uno y medio por ciento de la población. Es verdad, aunque también hay que tener en cuenta que hay más exsectarios que sectarios, y eso deja huellas.
–¿Y en España? –La proporción es aún menor. No hay datos exactos, pero la cifra anda por unos ciento cincuenta mil para una población de cuarenta millones. Y el grupo más numeroso con diferencia, los testigos de Jehová, que ha llegado a tener unos cien mil, a pesar de las apariencias desde hace unos pocos años está decreciendo. Además, aquí la policía ha sido por lo general eficaz y libre de prejuicios, y ha desbaratado a las delictivas o realmente peligrosas, aunque hay unos cuantos satánicos en danza, como alguna noticia reciente ha recordado. Con todo, incluso estos grupos son menos numerosos que en Francia o Italia, por ejemplo.
–Pero en Latinoamérica se ven como una amenaza para la Iglesia Católica…
–Proliferan más que aquí, eso es verdad, pero en realidad la “competencia” no viene por el lado de las sectas, sino por parte del protestantismo evangélico. Lo que pasa es que con frecuencia se suele incluir a éste dentro de las sectas, y no lo es: es… protestantismo. Pero el problema más de fondo ha estado en la propia Iglesia. En la medida en que se supere la crisis que han creado las teologías de la liberación y otros fenómenos secularistas, y hay signos claros de recuperación, se recuperará buena parte del terreno perdido.
–Testigos, mormones, gurús orientales… ¿Viene todo de fuera, o hay también sectas originadas en España? –Las satánicas son autóctonas, aunque sigan patrones comunes. Por lo demás, vienen de fuera. La única española que recuerdo en este momento es el Palmar de Troya.
–¿Y cuál cree que es el futuro de las sectas? –No es nada sencillo dar un pronóstico, y menos cuando se trata de religión. Podría decirse que nacerán unas y se extinguirán otras, pero eso no es decir nada. Pienso que tendrán cierto auge los grupos pequeños neopaganos. Con las de origen cristiano, al ser casi siempre apocalípticas, prediciendo un inminente fin del mundo, conforme éste no llega se irán apagando. Los mormones parecen la excepción, pues se están estableciendo como una respetable iglesia, pero conforme progresen los estudios que ellos mismos promocionan irán quedando al descubierto sus orígenes muy poco sostenibles. En cuanto empiece a haber teología mormónica empezarán las defecciones; al tiempo… Pero, a la vez, es previsible que surjan grupos nuevos, tras nuevos anuncios del fin del mundo. Las orientales parecen estancadas –en Occidente, quiero decir-, y no parece que haya ningún factor que haga cambiar esta situación. Y los gnosticismos esotéricos, y el satanismo, siempre estarán ahí, pero siempre serán fenómenos minoritarios.
–Por último, ¿cuál es la mejor arma para contrarrestar las sectas? –Eso es sencillo de responder: la verdad.
Entrevista de Carlos Azarola