En 1901 se cerraron todos los conventos de Francia y se expulsaron a los religiosos de todas partes.
El hospital de Reims fue la excepción.
También allí se presentó la comisión inspectora e invitó a abrir todos los cuartos y salas. La superiora obedeció. Los miembros de la comisión se sintieron casi mareados de aquel ambiente.
—Usted, ¿desde cuándo está aquí? —Cuarenta años, dijo la religiosa.
—Y, ¿de dónde saca fuerzas? —He comulgado todos los días. Si no estuviese entre nosotras el Santísimo Sacramento no podríamos resistir.
Tomado de Julio Eugui, “Anécdotas y virtudes”, n. 225