Era una ostra marina que, como todas las de su especie, habia buscado la roca del fondo para agarrarse firmemente a ella. Una vez que lo consiguio, creyo haber dado en el destino claro que le permitiria vivir sin contratiempos su ser de ostra. Un dia, durante una tormenta en la profundidad del mar, de esas que casi no provocan oleaje en la superficie, pero que remueven el fondo de los océanos, un pequeño grano de arena entró dentro de ella. Aunque cerró rápidamente sus valvas -así lo hacia siempre que algo entraba en ella, pues es la manera de alimentarse que tienen las ostras-, ya había entrado, y la ostra no pudo hacer lo de siempre. Bien pronto constató que aquello era sumamente doloroso. El grano de arena le hería por dentro. En vez de digerirlo, más bien la lastimaba a ella. Quiso entonces expulsar ese cuerpo extraño, pero no pudo. Ahí comenzó su drama. Lo que Dios le había mandado pertenecía a aquellas realidades que no se dejan integrar, y que tampoco se pueden suprimir. El granito de arena era indigerible e inexpulsable. Y cuando trató de olvidarlo, tampoco pudo. Porque las realidades dolorosas que Dios envía son imposibles de olvidar o de ignorar. Frente a esta situación, no le quedaba más remedio que luchar contra su dolor, rodeándolo con él, y entonces vio que tenía una hermosa cualidad desconocida para ella. Era capaz de producir sustancias sólidas, que normalmente las ostras dedican a su tarea de fabricarse un caparazon defensivo, rugoso por fuera y terso por dentro, pero que también pueden dedicar a la construccion de una perla. Y eso fue lo que sucedió. Poco a poco, con lo mejor de sí misma, fue rodeando el granito de arena del dolor que Dios le había mandado, y a su alrededor comenzó a formar una hermosa perla. Normalmente las ostras no tienen perlas, sino que son producidas solo por aquellas que se deciden a rodear, con lo mejor de sí mismas el dolor de un cuerpo extraño que las ha herido. Muchos años después de su muerte, unos buzos bajaron hasta el fondo del mar. Cuando la sacaron a la superficie se encontró en ella una hermosa perla. Cada uno debe preguntarse qué ha hecho con ese granito de arena que Dios ha puesto en su vida y que tenemos la oportunidad de convertirlo en una perla.