En un lugar perdido en las montañas se produjeron unas inundaciones que fueron empantanando de agua todo el pueblo. La Cruz Roja y Protección Civil enviaron lanchas de salvamento. Una de las lanchas se para a la puerta de uno de los caseríos y el aldeano que allí se encuentra les dice: “No, no; id a por otros, que a mí me salvará la Providencia”. Pasa el tiempo, el agua le cubre por encima de la cintura, llega otra lancha, y les dice lo mismo. Tuvo suerte, porque cuando el agua le llegaba al cuello, otra lancha le ofreció su socorro, pero el aldeano insistió que la Providencia le salvaría. No llegó ninguna otra lancha, y el aldeano murió ahogado. Entró en el Cielo entre protestas: “Yo confiando en la Providencia divina… y la Providencia, nada, dejó que me ahogara”. Y escuchó la siguiente respuesta: “¡Cómo que nada! ¡Tres lanchas te hemos enviado!”.