La cultura actual ha concedido a la libertad un valor inestimable. Afortunadamente, la libertad se cotiza hoy al alza.
Sin embargo, la historia reciente está demostrando que toda esa sensibilidad no ha logrado acabar con muchas formas de violencia e intolerancia que todos abominamos. Personas y grupos extremistas de todo signo demuestran que en muchos ambientes crece el prestigio de la intolerancia. La actualidad se encarga a diario de recordarnos que la intolerancia —política, cultural, étnica, religiosa, etc.— no ha muerto sino que parece gozar de buena salud.
Quizá sea porque el verdadero amor a la libertad ha de demostrarse en la defensa de la libertad de los demás, y ahí, lamentablemente, no siempre resulta tan atractiva.
La libertad no es cuestión en absoluto sencilla. Plantea toda una serie de dilemas que sugieren apasionantes temas de debate para cualquier sociedad que se precie de reconocer y proteger los derechos naturales de sus ciudadanos. Porque es evidente que todo no puede tolerarse. Y es evidente también que debe respetarse la libertad. El problema que aquí se debate es dónde está el punto de equilibrio entre ambas afirmaciones obvias, puesto que crear una verdadera cultura de la tolerancia requiere fijar los límites de lo intolerable.
En estas líneas se pretende señalar algunas ideas que pueden contribuir a una verdadera y positiva educación en la tolerancia. No busca solo dar una serie de consejos concretos sobre cómo resolver los pequeños problemas relacionados con la libertad y la tolerancia en la educación. Se pretende abordar el asunto desde una perspectiva de fondo y, al tiempo, facilitar unas explicaciones sencillas, que se entiendan intuitivamente, para las principales cuestiones que, sin eludir los puntos más delicados, se debaten hoy en torno a la tolerancia.
Alfonso Aguiló