«La beatificación de Isabel la Católica sería muy importante para las relaciones entre Europa y América».
Entrevista a Luis Suárez, historiador y testigo en el proceso de beatificación.
MADRID, 3 abril 2003 (ZENIT.org).- Luis Suárez, miembro de la Real Academia de la Historia y Premio Nacional de Historia 2002, está reconocido internacionalmente como un profundo conocedor de la reina Isabel la Católica.
El próximo 22 de abril participará en el acto homenaje organizado por la Comisión «Isabel la Católica” para impulsar su Causa de Beatificación, que se realizará en la Casa de América de Madrid. La redacción de Zenit ha conversado con el historiador –¿Por qué Isabel la Católica es una figura histórica tan controvertida, con defensores y detractores declarados? –Luis Suárez: Yo no lo sé, a mí me sorprende también que ocurra una cosa así. En otros países no habría la menor duda, pero a mí me da la impresión de que influyen dos cosas fundamentales: Isabel iza la unidad española y ya estamos viendo que hay personas a quienes esto molesta, desearían que España volviera otra vez a la prehistoria o a la época de los arévacos, y naturalmente ésta es una de las razones; la otra es porque Isabel, como su título oficial (que no es un apodo) indica, hizo del catolicismo la clave fundamental para el reconocimiento de los derechos humanos en España y en América, y hoy el catolicismo también es objeto de debate que influye indirectamente en esta figura.
El hecho de que se expulsara a los judíos de España, yo diría mejor, se prohibiera la práctica del judaísmo (porque el judío que se convertía no se debía marchar) también ha creado un ambiente negativo en torno a su persona, porque no se tiene en cuenta que esta medida fue una medida general en Europa, y que España en realidad fue la última en aplicarla, y lo hizo cuando ya no quedaba otro remedio, cuando las presiones desde fuera eran sumamente fuertes. Pero no hay ninguna figura europea, de las que tanto nos vanagloriamos ahora, a quien no puedan atribuírsele errores, como fue éste el caso, un error no particular de los gobernantes de España, sino de toda la cristiandad occidental, en todos los reinos; el judaísmo estaba prohibido desde mucho tiempo atrás en Inglaterra y en Francia, en Nápoles, y prácticamente en toda Europa, sólo quedaban algunos pequeños lugares, muy pocos en donde se autorizase, por consiguiente es la norma general. No veo otras razones ni otros motivos para esta controversia.
–¿No cree que también en torno al papel de la reina en la conquista de América existe esta controversia? –Luis Suárez: Bueno, la conquista de América fue una de las cosas mejores que se pudieron hacer nunca. La reina no conquista América, la descubre, es la primera en muchos siglos que reconoce que los habitantes de América son hombres como los demás, que han sido redimidos por Cristo y tienen que ver reconocidos sus derechos humanos. Sin esta postura de Isabel la Católica no se habría llegado a la Constitución de los Estados Unidos, que repite prácticamente lo que ella dijo, que Dios nos ha hecho a todos libres, iguales y en búsqueda de la felicidad, y ése es su testamento.
Por eso en América no hay una oposición, al contrario, existe un poco la actitud opuesta de decir «pero bueno, cómo esos europeos pueden ser tan ciegos que no se den cuenta de que aquello fue el gran momento». Luego, por razones políticas siempre hay gente que empieza a hablar de las atrocidades que se cometieron. América en el siglo XVII es un oasis de paz al lado de lo que es Europa; Europa vivía por, para y en la guerra, una guerra, la de los 30 años, que alcanzó niveles de crueldad nunca antes imaginados; en América, la guerra era una palabra casi desconocida; naturalmente que había delitos, como en todas partes; eso es inseparable del hombre.
–Como investigador y profundo conocedor de la reina ¿qué rasgo destacaría de su personalidad, a nivel de política, de madre y de reina? En general, ¿qué virtudes y qué defectos ha visto al estudiar este personaje? –Luis Suárez: Yo creo que Isabel fue mujer antes que reina. Y aplicó el sentido de la feminidad, la intuición, el afecto, la capacidad comprensiva, a todas sus empresas. Es verdad que tuvo la suerte de contar a su lado con un rey como Fernando, que en algunos aspectos la superaba, en otros no, y que hubo entre ambos un entendimiento tan completo que no se puede hablar de una política de uno y de una política de otro, pero lo que establece de una manera clara Isabel es el derecho de la mujer a reinar.
En España no se había producido como en Francia una negativa tan rotunda al reconocimiento de los derechos de las mujeres, pero estos derechos eran más para ser transmitidos a los hijos o a los maridos que para ser ejercidos por ellas mismas. Isabel establece el principio contrario: no hay diferencia en cuanto a la capacidad de gobierno entre hombre y mujer, y así educa a sus hijas, y así procede ella misma también.
Luego, Isabel fue muy consciente de una doctrina heredada de la Edad Media, según la cual todos los poderes del Estado y toda la legislación tienen que someterse al orden moral; éste está por encima de cualquier otra consideración, es lo que ella está procurando mostrar en todo momento; por ejemplo, hablábamos antes de cuando se toma la decisión de prohibir el judaísmo, pues hay una preocupación que no había habido en los otros reinos de Europa, hay una preocupación de que los judíos dispongan de un plazo para decidir, y además, tengan disponibilidad de todos sus bienes para que nadie pudiera decir que había un perjuicio material en lo que entonces se consideraba como un beneficio moral, que es la unidad religiosa.
Aparte de esto, ella mostraba en su actitud diaria una enorme comprensión ante las debilidades de los demás. En el testamento aparece constantemente esta preocupación: rectificar los daños que hayamos podido causar, reparar todo. Una mujer y un marido, porque yo aquí no veo diferencia entre uno y otro, que al término de una guerra civil son capaces de eliminar toda clase de represalias y de pactar con aquellos que estuvieron sublevados en su contra y les negaban, para garantizarles que no van a sufrir perjuicio ninguno, sino que van a seguir desempeñando las funciones sociales y el nivel que hasta entonces ocupaban, eso es un ejemplo de primera categoría, y eso lo logran; por eso es una guerra civil que se cierra sin resentimientos, cosa muy difícil, porque lo normal en las guerras civiles es que se creen resquemores que afloran incluso a veces después de décadas muy largas; ella lo evita.
Ella tiene por ejemplo la intuición, a pesar de todos los informes en contra, y los informes tenían razón (Colón estaba diciendo que iba a llegar a China, y era imposible llegar a China), que le permite patrocinar la empresa pensando «algo se podrá encontrar»; esa intuición es uno de los rasgos verdaderamente importantes.
Luego yo veo otro rasgo también: la confianza que tenía en algunas personas no fue desmentida en ningún momento, es decir, los colaboradores duran hasta el final de su vida; es capaz además de mostrarles un enorme afecto.
–Esto confirma su gran intuición…
–Luis Suárez: Indudablemente ella sabía muy bien elegir a la gente, porque se guiaba más bien por el carácter de la persona que por otra cosa. Por eso claro, le rodea gente que siente hacia ella un afecto sin límites, sienten por la reina una adhesión que sin embargo se mueve en el terreno de la lealtad y no de la fidelidad; en la Castilla de entonces se hacía muy bien la diferencia entre estas dos palabras, fiel es el que sigue al señor sin preguntarse por la justicia de su causa, leal es aquel que procura que el señor no vaya a cometer injusticia.
Isabel quiere rodearse de leales, de gente que como don Fernando de Talavera en determinado momento le puede decir «Señora, por aquí no, esto no, es una equivocación»; gente como Cisneros, que la primera vez que le administra el sacramento de la Penitencia le dice «de rodillas», y la reina se pone de rodillas; según la vieja costumbre, los reyes se confesaban sentados, pero Isabel no.
Es muy difícil decir muchas más cosas de éstas. Por ejemplo, ella se siente portuguesa por su madre, indudablemente habla portugués, en un momento en que las relaciones entre Portugal y Castilla desembocan hasta en una guerra, su empeño siempre es volver a restablecer esa amistad, y lo consigue claro, al final es como si Castilla y Portugal fuesen una misma y sola cosa.
Hay que ver lo que es el Tratado de Tordesillas, el mayor modelo de concordia que se puede establecer entre dos países, en un momento en que se estaba jugando el destino del mundo, y sin embargo ellos se sientan en torno a una mesa para intentar compaginar los intereses de unos y otros a fin de que todos quedaran conformes, y eso se hace; eso no se había dado nunca y pocas veces se dará después; eso es un sueño que tienen los Estados. Del Tratado de Tordesillas nacen las bulas en relación con América diciendo «eso no es un imperio, eso no son colonias».
Es un error decir que España tuvo un imperio, un error gravísimo, a mí me indigna cada vez que alguien lo dice; España no tuvo colonias, tuvo reinos y tuvo ciudadanos al otro lado del mar. Para hacer trampa con esta situación, los grandes propietarios, siglos después, tuvieron que comprar negros ya esclavos en África para poder introducir allí esa servidumbre a la que aspiraban, porque las leyes de Castilla se lo impedían radicalmente: ningún indio podía ser esclavo.
Eso es esa mujer, esa mujer que una vez le escribe al marido una carta; el marido ha sufrido un atentado y está grave y le dice «acuérdate de que tenemos que rendir cuentas ante Dios, y las cuentas que nos va a pedir a nosotros, los reyes, son mucho más estrechas que las que pide a ninguno de nuestros súbditos».
–Respecto a la causa de beatificación de Isabel la Católica, ¿qué importancia tendría para usted que la Iglesia la declarara oficialmente beata? –Luis Suárez: No me cabe la menor duda de que la beatificación de Isabel sería en estos momentos un dato muy positivo en relación con esa comunicación que hay entre Europa y América, porque supondría tanto como reconocer que América –me refiero a la América hispánica, portuguesa (eso que ahora los franceses quieren que llamemos América latina, no entiendo muy bien por qué)– tiene un marchamo de nobleza y de dignidad. Utilizando una frase del Papa, sería convertir en oficial esa afirmación de que ninguna obra ha hecho Europa tan importante como la creación de las naciones americanas, en las que está además el futuro, y eso se debe al empeño de España de llevar allá lo que tenía de más valor: el cristianismo.
Yo siempre digo que España no llevó a América más que dos cosas, el caballo y el Padrenuestro; pero el caballo es el sentimiento de la caballería, es el respeto a la palabra dada, es el cumplir con la realidad; el Padrenuestro es amar al prójimo como a uno mismo, ni más ni menos. Y a mí me parece que la beatificación de Isabel vendría a ser como el marchamo oficial a decir «todo esto es lo que verdaderamente se ha hecho; pongan ustedes los defectos que les dé la gana, pero ahora, lo que tienen al otro lado del mar es un mundo que se está preparando para tomar las riendas en el siglo XXI, en él está el futuro».
–De alguna manera ¿este reconocimiento oficial dejaría sin ningún tipo de credibilidad la leyenda negra? –Luis Suárez: Claro, indudablemente. La leyenda negra no es más que un vehículo de propaganda, explicable, en un momento de guerra terrible en Europa, porque no se refería a América al principio, sino a Europa, en un momento terrible porque hay que poner en marcha todos los recursos de los que uno dispone para destruir al adversario, y uno de los recursos es precisamente ese. A ello estamos asistiendo constantemente; no hay guerra en donde al enemigo se le presente de otra manera que como la encarnación del diablo o algo así.
Indudablemente despejaría el aspecto más esencial de esa leyenda negra, aquél que recogió una vez un artículo de la Enciclopedia en Francia (que explica que se prohibiese la venta del libro en España) en donde el autor llegaba a la conclusión de que si España no hubiera existido no se habría perdido nada; vendría a ser como decir, gracias a que España existió está todo eso ahí. Si España no hubiera existido ,¿existiría Viena? Tal vez no. ¿Existiría el catolicismo francés o italiano? Tal vez no. ¿Existirían las naciones americanas con lo que tienen hoy de profundos valores humanos? Seguramente no. Yo siento cuando he ido a América una gran emoción y un enorme afecto, porque uno allí se siente en casa, y hay que ver lo que eso significa.
–¿Usted forma parte de la comisión Isabel la Católica que se ha creado para impulsar la causa de beatificación? –Luis Suárez: Yo fui testigo en el proceso, por eso estoy bajo juramento que prohíbe repetir lo que dije entonces. Ahora formo parte de la Comisión que funciona en Valladolid, bajo la presidencia del señor arzobispo.
–De cualquier forma, si se la beatifica, va a ser fundamentalmente por su conducta moral ¿Qué aspectos religiosos de la reina, de su piedad, de su espiritualidad, ha visto en sus investigaciones? –Luis Suárez: La caridad. Sobre todo la caridad. Piense por ejemplo en los hijos ilegítimos de la mujer de Enrique IV, Pedro y Andrés; ella los recoge, los educa y los cuida. Cuida también de los ilegítimos de su marido, cuida de los hijos del cardenal Mendoza, y siente hacia todos ellos una obligación de afecto que va más allá del simple ejercicio de la caridad.
Una vez que fray Hernando de Talavera le criticó por esta conducta diciendo «da la impresión de que usted está legitimando el fruto del pecado», ella respondió que lo importante era evitar que esas almas se perdieran, y llamando a uno de los niños, hijo del cardenal Mendoza, le gastó una broma a fray Hernando y le dijo: «¿verdad que son muy bellos los pecados de mi cardenal?».
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