Juan Manuel de Prada, “Educación diferenciada”, Padres y colegios, 18.VI.2009

Acabo de leer Por qué los niños no son niñas (Ediciones Cristiandad), un iluminador ensayo del holandés Koos Neuvel sobre la escuela diferenciada cuya lectura les recomiendo.

Anticiparé que estudié en un colegio mixto, del que guardo un tesoro de recuerdos imborrables; y también que llevo a mi hija a un colegio mixto, del que hasta la fecha no puedo sino predicar bondades.
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Juan Manuel de Prada, “Retrógrados”, El Semanal, 12.VII.2009

La vicepresidenta Fernández de la Vega ha tildado de ‘retrógrados’ a quienes se oponen al aborto; y, acaso sin pretenderlo, ha dado en el clavo. ‘Retrógrado’, liberado de su carga despectiva, significa ‘que retrocede’. Se puede retroceder por cobardía; pero también por cordura, que es la expresión máxima de valentía. Retrógrados fueron, por ejemplo, los patricios que, en la época de máximo esplendor del Imperio Romano, empezaron a manumitir esclavos. La prosperidad de Roma se asentaba sobre la institución de la esclavitud, protegida por leyes que establecían que los esclavos eran individuos que, aun perteneciendo a la especie humana, no eran ‘personas’ en el sentido jurídico de la palabra; esto es, no se les reconocía capacidad para obligarse, y tampoco los derechos inherentes a tal condición. Los esclavos eran ‘bienes’ en propiedad de sus amos, como pudieran serlo un predio o una vaca; y tal consideración se extendía a sus hijos, pues según el principio admitido por casi todos los pueblos de la Antigüedad, el hijo concebido fuera de justas nupcias seguía la condición que tuviera su madre el día de su nacimiento. Entonces surgieron unos insensatos, inspirados por las predicaciones de unos zarrapastrosos que se proclamaban discípulos de un oscuro rabí galileo, que empezaron a manumitir esclavos, aduciendo que, más allá de los principios jurídicos establecidos por el derecho de gentes, existía un estado de naturaleza que permitía reconocer en cualquier ser humano una dignidad inalienable, nacida de su filiación divina. Y que tal condición natural era previa a su consideración de ciudadano romano, o a las circunstancias en que hubiese sido concebido. Aquellos insensatos causaron un daño gravísimo a la administración del Imperio; pues, al ‘retroceder’ a ese estado anterior a la vigencia del derecho de gentes, erosionaban los cimientos sobre los que se sustentaban el progreso material y la prosperidad de Roma. Cualquier patricio celoso del cumplimiento de las leyes –cualquier patricio ‘progresista’– podría haberlos tildado de ‘retrógrados’, como ahora hace la vicepresidenta con quienes se oponen al aborto. Continuar leyendo “Juan Manuel de Prada, “Retrógrados”, El Semanal, 12.VII.2009″

Juan Manuel de Prada, “Benedictinas”, ABC, 11.VII.2009

La esperada encíclica social de Benedicto XVI provoca en el lector no completamente obturado por el pienso ideológico una gratificante impresión de árbol frondoso donde las muchas ramas se alimentan de una misma savia originaria. Justamente la impresión contraria que nos suscitan tantos diagnósticos contemporáneos, que nos abruman con su follaje desarraigado; y ya se sabe que donde faltan las raíces todo verdor acaba amustiándose. Benedicto XVI empieza rebelándose contra la caridad degenerada en «mero sentimentalismo», un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente de emociones y opiniones contingentes; y contra esa caridad encerrada en la cárcel de la emotividad postula una caridad que esté al servicio de la «promoción integral del hombre». Promoción que no será posible mientras al hombre no se le restituya su verdadera naturaleza, mientras no se le permita su pleno desarrollo, que frente a lo que preconizan las concepciones materialistas y mecanicistas en boga incluye su desarrollo espiritual, el conocimiento profundo del alma que dialoga consigo misma y con su Creador. Porque sólo de ese diálogo puede nacer una fraternidad verdadera, que no es otra sino la que se reconoce en una paternidad común.

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Alfonso Aguiló, “Prevenir la propia debilidad”, Hacer Familia nº 185-186, 1.VII.2009

Después de pasar una larga temporada en el palacio de Circe, Ulises emprende definitivamente el camino a Ítaca. La diosa, antes de dejarle partir, le había adelantado algunas de las aventuras que iba a vivir en los días siguientes. La primera de ellas era el encuentro con las sirenas.

Desde su nave, Ulises divisa el peñasco de las sirenas. La isla aparece rodeada de cadáveres cuya carne se pudre al sol sobre la arena. Los muertos son aquellos que han cedido a la seducción del canto. Al pasar por delante de aquel lugar en que los navegantes quedaban embaucados y acababan estrellándose contra los arrecifes, Ulises pide a sus hombres que todos se tapen con cera los oídos, y que a él le aten con cuerdas a un mástil del barco. Les ordena que no le suelten por mucho que luego lo pida: “Amigos, atadme con dolorosas ligaduras para que permanezca firme allí, junto al mástil; que me sujeten bien las amarras, y si os suplico o doy órdenes de que me desatéis, apretadme todavía con más cuerdas”.

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Alfonso Aguiló, “Palabras de vida y de muerte”, Hacer Familia nº 184, 1.VI.2009

Un grupo de ranas viajaba por el campo y, de repente, dos de ellas cayeron en una zanja. Todas las demás se reunieron alrededor. Cuando se asomaron, gritaron entre llantos a las dos ranas que el agujero era demasiado profundo y no podrían salir. Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera con todas sus fuerzas. Las otras seguían insistiendo en que sus esfuerzos resultarían inútiles. Finalmente, una de las ranas se rindió después de oír tantas veces que no había solución, y pasado un poco de tiempo, se desvaneció y murió.

Sin embargo, la otra rana no se desanimaba. Continuó trepando y saltando tan fuerte como le era posible, sin desanimarse a pesar de los golpes y los arañazos. Las otras ranas seguían gritando y haciendo señas para que dejara de sufrir inútilmente y se dispusiera a morir, ya que no tenía sentido seguir agotándose y lastimándose de esa manera. Pero la rana saltaba cada vez con más ímpetu, hasta que, tras un esfuerzo supremo, logró salir, con gran sorpresa de todas.

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Alfonso Aguiló, “Cambiar el mundo”, Hacer Familia nº 183, 1.V.2009

«Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.

»Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar sólo mi país.

»Pero, con el tiempo, me pareció también imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí.

»Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y —quien sabe— tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.»

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Alfonso Aguiló, “El sufrimiento de los inocentes”, Hacer Familia nº 182, 1.IV.2009

Los SS parecían más preocupados, más inquietos que de costumbre. Colgar a un chaval delante de miles de personas no era un asunto sin importancia. El jefe del campo leyó el veredicto. Todas las miradas estaban puestas sobre el niño. Estaba lívido, casi tranquilo, mordisqueándose los labios. La sombra de la horca le recubría.

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Tomás Trigo, “La existencia de Dios. Otra perspectiva”

«Si tú me dices: muéstrame a tu Dios; yo te diré a mi vez: muéstrame tú a al hombre que hay en ti y yo te mostraré a mi Dios. Muéstrame, por tanto, si los ojos de tu mente ven y si oyen los oídos de tu corazón»
(S. Teófilo de Antioquía)

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Alfonso Aguiló, “Enredarse”, Hacer Familia nº 181, 1.III.2009

Una de las mejores novelas de Evelyn Waugh cuenta la historia de un periodista de la Inglaterra victoriana que es enviado por un diario londinense a cubrir las noticias de una guerra en el Este de África.

El reportero sale de la Victoria Station, atraviesa el continente, llega a Egipto y se sube a un tren que le tiene que conducir a su destino. El trayecto es incómodo y largo. Se duerme profundamente, las estaciones van pasando en la oscuridad de la noche, y al despertar se encuentra en una población de mala muerte y muy alejada del escenario de la guerra.

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Alejandro Llano, “Los cristianos y el poder”, La Gaceta, 7.VI.2008

El nivel intelectual de los ataques socialistas al catolicismo es muy bajo.

Una de las habilidades requeridas para abrirse camino en la sociedad actual es la capacidad de establecer compensaciones. No en vano destacados sociólogos contemporáneos han considerado que la compensación es un recurso imprescindible para gestionar la creciente complejidad que nos rodea. Rodríguez Zapatero lo sabe bien, más por intuición que por ciencia. Se da cuenta de que, a pesar de ir contracorriente en Europa, su estilo izquierdista todavía le da votos en una España que no acaba de librarse del tufo de incorrección política que arrastra el derechismo. Y como no puede ser progresista en economía, y ya ha comprobado los malos resultados que da parecerlo en política exterior, sólo le queda la oposición a la ética clásica y el fomento de actitudes anticatólicas.

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