Amor

El amor nace del recuerdo; vive de la inteligencia y muere por olvido.

Ramón Llull. Filósofo español.

Una persona puede sentirse sola, aún cuando mucha gente la quiera.

Del Diario de Ana Frank.

El amor sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales.

Erich Fromm Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite.

Dr. Jeckyll El amor auténtico, el amor ideal, el amor del alma, es el que sólo desea la felicidad de la persona amada sin exigirle en pago nuestra propia felicidad.

Anónimo El que ha conocido sólo a su mujer y la ha amado, sabe más de mujeres que el que ha conocido mil.

Leon Tolstoi Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.

San Agustín El que quiere estudiar amor se queda siempre en alumno.

Anónimo Al amor lo pintan ciego y con alas. Ciego para no ver los obstáculos y con alas para salvarlos.

Jacinto Benavente Quien no amó nunca, no ha vivido jamás.

Jhon Gay A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.

Madre Teresa de Calcuta Sólo el amor nos permite ver a otro tal como es.

Romano Guardini Amar a alguien es decirle: tú no morirás jamás.

G. Marcel El amor consiste en sentir que el ser sagrado late dentro del ser querido. Platón Siempre hay algo ridículo en las emociones de las personas que ha dejado uno de amar. Oscar Wilde

Amistad

Algunos creen que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la salud.

Aristóteles La vida es en parte lo que nosotros hacemos de ella y en parte lo que hacen de ella los amigos que escogemos.

Anónimo Un amigo es una persona con la que se puede pensar en voz alta. Ralph W. Emerson (1803-1882). Pensador estadounidense.

En el fondo, son las relaciones con las personas lo que da valor a la vida.

Guillermo Von Humboldt. Erudito y estadista alemán.

No hay riqueza tan segura como un seguro amigo. Luis Vives. Humanista y filósofo español.

Un amigo es alguien con quien se puede no hacer nada y disfrutar de ello Anónimo En la prosperidad, nuestros amigos nos conocen; en la adversidad, nosotros conocemos a nuestros amigos.

Churton Collins Amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan cómo estamos y se esperan a oír la contestación.

Anónimo Un amigo que deja de serlo, es que no lo ha sido nunca.

Proverbio Los amigos verdaderos son los que vienen a compartir nuestra felicidad cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados.

Demetrio de Falera La verdadera amistad llega cuando el silencio entre dos parece ameno.

Anónimo Todo el mundo quiere tener un amigo, pero nadie se toma la molestia de convertirse en uno.

Anónimo Sustituir el amor propio por el amor a los demás es cambiar un tirano insufrible por un buen amigo.

Concepción Arenal No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad.

Platón Una de las alegrías de la amistad es saber en quien confiar.

Alejandro Manzoni El amigo es otro yo. Sin amistad el hombre no puede ser feliz. Aristóteles No sé, si, con excepción de la sabiduría, los dioses inmortales han otorgado al hombre algo mejor que la amistad.

Cicerón ¿Qué cosa más grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo? Cicerón Incierta es la amistad en la próspera fortuna.

San Isidro Cuando uno es amigo de sí mismo, lo es también de todo el mundo.

Séneca Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza más elevada.

Oscar Wilde Consulta el ojo de tú enemigo, porque es el primero que ve tus defectos.

Antístines Las enemistades ocultas y silenciosas son peores que las abiertas y declaradas.

Cicerón Quien no tiene enemigos tampoco suele tener amigos.

Baltasar Gracián Los amigos van y vienen, pero los enemigos se acumulan.

Thomas M. Jones Temo a un solo enemigo que se llama yo mismo.

Giovani Papini ¡Qué raro y maravilloso es ese fugaz instante en el que nos damos cuenta de que hemos descubierto un amigo! William Rotsler Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones.

Lucio Anneo Séneca (4a.C-65d.C). Filósofo latino.

La amistad comienza donde termina o cuando concluye el interés.

Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.). Escritor, orador y político romano.

No hay riqueza tan segura como un seguro amigo.

Juan Luis Vives (1492-1540). Humanista y filósofo español.

Ve a menudo a la casa de tu amigo, pues la maleza prolifera en un sendero no recorrido.

Ralph W. Emerson Los árboles crecen por las raíces, las personas por los amigos.

Dicho kazajo

Alegría

Me dormí y soñaba que la vida no era más que alegría.

Me desperté y vi que la vida no era más que servir.

Serví y vi que el servir era alegría.

Rabindranath Tagore. Dramaturgo, poeta y filósofo indio.

Si no tienes sentido del humor, estás a merced de los demás.

William Rotsler Sonríe aunque sólo sea una sonrisa triste, porque más triste que la sonrisa triste, es la tristeza de no saber sonreír.

Anónimo Una alegría compartida se transforma en doble alegría; una pena compartida, en media pena.

Anónimo Una sonrisa significa mucho. Enriquece a quien la recibe; sin empobrecer a quien la ofrece. Dura un segundo pero su recuerdo, a veces, nunca se borra.

Anónimo Añorar el pasado es correr tras el viento.

Proverbio ruso Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias.

Miguel de Cervantes (El Quijote) No hay ninguna cosa seria que no pueda decirse con una sonrisa.

Alejandro Casona. Dramaturgo español.

No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad.

Sócrates La alegría, cuanto más se gasta más queda.

Ralph W. Emerson (1803-1882). Pensador estadounidense.

Si exagerásemos nuestras alegrías, como hacemos con nuestras penas, nuestros problemas perderían importancia.

Anatole France Un hombre alegre es siempre amable.

Máximo Gorky La alegría ha sido llamada el buen tiempo del corazón.

Charles Smiles Los buenos amigos son los que en la prosperidad acuden al ser llamados y en las adversidades sin serlo.

Demetrio I El buen humor gana batallas que la fuerza y la razón perderían.

Anónimo Lo difícil no es organizar una fiesta sino encontrar quien se alegre en ella.

Nietzche

Anna Nobili: De la discoteca al convento

Después de haberse ganado la vida bailando en los estrados de discotecas, Anna Nobili optó por la vida religiosa y por dedicar su vida a los necesitados, tras culminar un camino personal de conversión.

La hermana Anna relató en una entrevista publicada en el último número de «Mondo Voc» –la revista italiana de animación vocacional de los Rogacionistas–, el itinerario que le llevó a ingresar en las Hermanas Operarias de la Sagrada Familia de Nazaret.

«Comencé a frecuentar las discotecas a los 19 años y continué hasta los 21. Fueron tres años muy intensos durante los cuales perdí totalmente la cabeza. Iba todas las noches y me quedaba hasta las ocho de la mañana», recuerda.

«Desde medianoche hasta las 4 de la madrugada me exhibía en una discoteca, y desde las 4 hasta las 8 iba a bailar a otra. Viajaba incluso fuera de Milán; por ejemplo, a Amsterdam, donde me quedaba cuatro o cinco días».

«Buscaba las discotecas más frecuentadas», continúa su relato; «de ahí mis relaciones con los hombres y el uso del alcohol».

Poco a poco se fue distanciando de esos ambientes. «No sé bien por qué –comenta la hermana Anna–, pero en cierto momento me sentí cerca de la Iglesia. Comencé a ir a misa los domingos y allí lloraba continuamente, sintiendo dentro de mí una presencia diferente».

«Veía a los jóvenes, que se querían de manera muy sencilla y estaban serenos. Un mundo auténtico, no falso como el que yo frecuentaba», prosigue.

El paso siguiente fue «un retiro espiritual en Spello, en la ermita de Carlo Carretto. Recé, hice largas meditaciones. Hasta que una tarde, en la plaza de Santa Clara en Asís, contemplando el cielo y la naturaleza, tuve una percepción clara de que Dios es el Creador y nosotros somos sus criaturas».

«Sentí en el corazón un gozo indescriptible –describe–. Y me puse a bailar. Esta vez no para conquistar a los hombres, sino para agradecer y alabar. Había encontrado lo que buscaba».

Ahora el proyecto de la religiosa es «vivir el carisma de mi Congregación al servicio, incluso a través de trabajos manuales, de los menos afortunados».

«El problema no es tanto ir o no ir a las discotecas –constata–, sino dejarse envolver en relaciones humanas insatisfactorias. Vayamos a la discoteca, pero con Jesús».

«Es normal que los jóvenes busquen sensaciones y que éstas se intensifiquen por la noche. Pero a menudo la vida nocturna se vive como una rebelión que lleva a la perversión», advirtió.

La Congregación de las Hermanas Operarias de la Sagrada Familia de Nazaret fue fundada en 1900 en el norte de Italia y hoy cuenta con 200 religiosas. El Instituto trabaja en situaciones de marginación, como la recuperación de ex prostitutas, y se ocupa de los problemas relacionados con la inmigración.

Tomado de Zenit, 9.III.03, ZS03030904

Mel Gibson: La mayor historia jamás contada

Entrevista a Mel Gibson, ganador de varios Premios Oscar, es director de una película sobre la Pasión de Cristo que se centra en las últimas horas de la vida de Jesús, interpretado por Jim Caviezel (protagonista de «La delgada línea roja» («The Thin Red Line»), «Mirada de Ángel» («Angel Eyes») y «El Conde de Monte Cristo» («The Count of Monte Cristo»).

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Una vida en rescate por otras

Hace algunos años, un tren que atravesaba los vastos despoblados de los Estados Unidos, fue el escenario, de un espectáculo terrible. El fogonero del tren había abierto la puerta del horno para echar más carbón. En el mismo instante una columna de aire que entró por la chimenea arrojó una llamarada de fuego en el rostro de aquel hombre, quien loco de dolor abandonó su puesto, no cerrando la puerta como debía, lo que llevó a las llamas a prender fuego en el depósito del carbón. La poderosa máquina marchaba a gran velocidad, y nadie podía ocuparse del control de la misma. Los viajeros que habían montado en aquel tren eran víctimas del miedo y el terror, viendo su trágico fin. De repente José Sieg, el maquinista del tren avanzó entre las llamas hasta llegar a la puerta del horno; con un supremo esfuerzo cerró la puerta que estaba casi incandescente, parando el tren a continuación. Cuando volvió a salir de aquel mar de fuego su cuerpo estaba envuelto en llamas, y sin dilación se precipitó en el depósito del agua, para mitigar su dolor. Lo sacaron al momento, pero el cuerpo de aquel héroe, dio su espíritu, víctima de tan terribles quemaduras. El tren ya había parado, y aquellos setecientos viajeros se habían congregado ante el cadáver de su salvador, mostrando en sus rostros el profundo agradecimiento que sentían hacia aquel que les había salvado la vida. Cristo, puso su vida en rescate de muchos. Es preciso expresarle también nuestro agradecimiento.

Una fortuna sin saberlo

Un día bajó el Señor a la tierra en forma de mendigo y se acercó a casa de un zapatero pobre y le dijo: “Hermano, hace tiempo que no como y me siento muy cansado, aunque no tengo ni una sola moneda quisiera pedirte que me arreglaras mis sandalias para poder seguir caminando”. El zapatero le respondió: “¡Yo soy muy pobre y ya estoy cansado que todo el mundo viene a pedir y nadie viene a dar!”. El Señor le contestó: “Yo puedo darte lo que tu quieras”. El zapatero le pregunto: “¿Dinero inclusive?”. El Señor le respondió: “Yo puedo darte 10 millones de dólares, pero a cambio de tus piernas”. “¿Para qué quiero yo 10 millones de dólares si no voy a poder caminar, bailar, moverme libremente?”, dijo el zapatero. Entonces el Señor replicó: “Está bien, te podría dar 100 millones de dólares, a cambio de tus brazos”. El zapatero le contestó: “¿Para qué quiero yo 100 millones de dólares si no voy a poder comer solo, trabajar, jugar con mis hijos?”. Entonces el Señor le dijo: “En ese caso, yo te puedo dar 1000 millones de dólares a cambio de tus ojos”. El zapatero respondió asustado: “¿Para qué me sirven 1000 millones de dólares si no voy a poder ver el amanecer, ni a mi familia y mis amigos, ni todas las cosas que me rodean?”. Entonces el Señor le dijo: “Ah hermano mío, ya ves qué fortuna tienes y no te das cuenta”.

Una entrevista con Dios

-“Pasa” me dijo Dios, -“¿Así que quieres entrevistarme?” -“Bueno, si tiene tiempo…” Se sonríe y me dice: “Mi tiempo se llama eternidad y alcanza para todo; ¿Qué preguntas quieres hacerme?” -“Ninguna nueva ni difícil para usted”. “¿Qué es lo que más te sorprende de los hombres?” Y dijo: “Que se aburren de ser niños, apurados por crecer, y luego suspiran por regresar a ser niños. Que primero pierden la salud para tener dinero y enseguida pierden el dinero para recuperar la salud. Que por pensar ansiosamente en el futuro, descuidan su hora actual, con lo que ni viven el presente ni el futuro. Que viven como si fueran a morirse, y se mueren como si no hubieran vivido, y pensar que yo…” con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada deja de hablar. Sus manos toman fuertemente las mías y seguimos en silencio.

Después le dije: -“Como padre, ¿qué es lo que pedirías a tus hijos para este nuevo año?” “Que aprendan que no pueden hacer que alguien los ame; lo que sí pueden es amar y dejarse amar. Que aprendan que toma años construir la confianza, y sólo segundos para destruirla. Que aprendan que lo más valioso no es lo que tienen en sus vidas, sino a quien tienen en sus vidas. Que aprendan que no es bueno compararse con los demás, pues siempre habrá alguien mejor o peor que ellos. Que aprendan que rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita. Que aprendan que deben controlar sus actitudes, o sus actitudes los controlarán. Que aprendan que bastan unos pocos segundos para producir heridas profundas en las personas que amamos, y que pueden tardar muchos años en ser sanadas. Que aprendan que a perdonar se aprende perdonando. Que aprendan que hay gente que los quiere mucho, pero que simplemente no sabe cómo demostrarlo. Que aprendan que el dinero lo compra todo, menos la felicidad. Que aprendan que a veces cuando están molestos tienen derecho a estarlo, pero eso no les da derecho a molestar a los que los rodean. Que aprendan que los grandes sueños no requieren de grandes alas, sino de un tren de aterrizaje para lograrlos. Que aprendan que amigos de verdad son escasos y, quien ha encontrado uno, ha encontrado un verdadero tesoro. Que aprendan que no siempre es suficiente ser perdonado por otros, algunas veces deben perdonarse a sí mismos. Que aprendan que son dueños de lo que callan y esclavos de lo que dicen. Que aprendan que de lo que siembran cosechan, si siembran chismes cosecharán intrigas, si siembran amor cosecharán felicidad. Que aprendan que la verdadera felicidad no es obsesionarse con tener más sino ser feliz con lo que pueden tener. Que aprendan que la felicidad no es cuestión de suerte sino producto de sus decisiones. Ellos deciden ser feliz con lo que son y tienen, o morir de envidia y celos por lo que les falta y carecen. Que aprendan que dos personas pueden mirar una misma cosa y ver algo totalmente diferente. Que aprendan que sin importar las consecuencias, aquellos que son honestos consigo mismos llegan lejos en la vida. Que aprendan que a pesar de que piensen que no tienen nada más que dar, cuando un amigo llora con ellos encuentren la fortaleza para vencer sus dolores. Que aprendan que retener a la fuerza a las personas que aman, las aleja más rápidamente de ellos y el dejarlas ir las deja para siempre al lado de ellos. Que aprendan que a pesar de que la palabra amor pueda tener muchos significados distintos, pierde valor cuando es usada en exceso. Que aprendan que la distancia más lejos que pueden estar de Mí es la distancia de una simple oración…”.

Tres árboles

Había una vez, sobre un colina en un bosque, tres árboles. Con el murmullo de sus hojas, movidas por el viento, se contaban sus ilusiones y sus sueños. El primer árbol dijo: “Algún día yo espero ser un cofre, guardián de tesoros. Se me llenará de oro, plata y piedras preciosas. Estaré adornado con tallas complicadas y maravillosas, y todos apreciarán mi belleza”. El segundo árbol contestó: “Llegará un día en que yo seré un navío poderoso. Llevaré a reyes y reinas a través de las aguas y navegaré hasta los confines del mundo. Todos se sentirán seguros a bordo, confiados en la resistencia de mi casco”. Finalmente, el tercer árbol dijo: “Yo quiero crecer hasta ser el árbol más alto y derecho del bosque. La gente me verá sobre la colina, admirando la altura de mis ramas, y pensarán en el cielo y en Dios, y en lo cerca que estoy de El. Seré el árbol más ilustre del mundo, y la gente siempre se acordará de mí”.

Después de años de rezar para que sus sueños se realizasen, un grupo de leñadores se acercó a los árboles. Cuando uno se fijó en el primer árbol, dijo: “Este parece un árbol de buena madera. Estoy seguro de que puedo venderlo a un carpintero”. Y empezó a cortarlo. El árbol quedó contento, porque estaba seguro de que el carpintero haría con él un cofre para un tesoro. Ante el segundo árbol, otro leñador dijo: “Este es un árbol resistente y fuerte. Seguro que puedo venderlo a los astilleros”. El segundo árbol lo oyó satisfecho, porque estaba seguro de que así empezaba su camino para convertirse en un navío poderoso. Cuando los leñadores se acercaron al tercer árbol, él se asustó, porque sabía que, si lo cortaban, todos sus sueños se quedarían en nada. Un leñador dijo: “No necesito nada especial de mi árbol. Me llevará éste”. Y lo cortó. Cuando el primer árbol fue llevado al carpintero, lo que hizo con él fue un comedero de animales. Lo pusieron en un establo, y lo llenaron de heno. No era esto lo que él había soñado, y por lo que tanto había rezado. Con el segundo árbol se construyó una pequeña barca de pescadores. Todas sus ilusiones de ser un gran navío, portador de reyes, se acabaron. Al tercer árbol simplemente lo cortaron en tablones, y lo dejaron contra una pared. Pasaron los años, y los árboles se olvidaron de sus sueños. Pero un día un hombre y una mujer llegaron al establo. Ella dio a luz, y colocaron al niño sobre el heno del pesebre que había sido hecho con la madera del primer árbol. El hombre querría haber hecho una pequeña cuna para el niño, pero tenía que contentarse con este pesebre. El árbol sintió que era parte de algo maravilloso, y que se le había concedido tener el mayor tesoro de todos los tiempos. Años más tarde, varios hombres se subieron a la barca hecha con la madera del segundo árbol. Uno de ellos estaba cansado, y se durmió. Mientras cruzaban un lago, se levantó una tormenta fortísima y el árbol pensaba que no iba a resistir lo suficiente para salvar a aquellos hombres. Los otros despertaron al que estaba dormido. El se levantó, y dijo: “¡Cállate!”, y la tormenta se apaciguó. Entonces el árbol se dio cuenta de que en la barca iba el Rey de reyes. Finalmente, tiempo después, se acercó alguien a coger los tablones del tercer árbol. Unió dos en forma de cruz, y se los pusieron encima a un hombre ensangrentado, que los llevó por las calles mientras la gente lo insultaba. Cuando llegaron a una colina, el hombre fue clavado en el madero, y levantado en el aire para que muriese en lo alto, a la vista de todos. Pero cuando llegó el siguiente Domingo, el árbol comprendió que había sido lo suficiente fuerte para estar sobre la cumbre y acercarse tanto a Dios como era posible, porque Jesús había sido crucificado en él. Ningún árbol ha sido nunca tan conocido y apreciado como el árbol de la Cruz.

La parábola nos enseña que aun cuando parece que todo nos sale al revés, debemos estar seguros de que Dios tiene un plan para nosotros. Si confiamos en El, nos dará los regalos más valiosos. Cada árbol obtuvo lo que deseaba y pedía, pero de otra manera mejor. No nos es posible siempre saber qué prepara Dios para nosotros; pero debemos saber que sus planes no son los nuestros: son siempre mucho más sublimes. (Anónimo inglés. Traducido por E.M. Carreira).

Todos los días

Un sacerdote estaba en su parroquia Iglesia al mediodía, y al pasar por junto al altar decidió quedarse cerca para ver quién había venido a rezar. En ese momento se abrió la puerta, y el sacerdote frunció el entrecejo al ver a un hombre acercándose por el pasillo. El hombre estaba sin afeitarse desde hace varios días, vestía una camisa rasgada, tenía el abrigo gastado cuyos bordes se habían comenzado a deshilachar. El hombre se arrodilló, inclinó la cabeza, estuvo así un momento y luego se levantó y se fue. Durante los siguientes días el mismo hombre, siempre al mediodía, entraba en la Iglesia cargando con una maleta, se arrodillaba brevemente y luego volvía a salir. El sacerdote, un poco temeroso, empezó a sospechar que se tratase de un ladrón, por lo que un día se puso en la puerta de la iglesia y cuando el hombre se disponía a salir le pregunto: “¿Que haces aquí?”. El hombre dijo que trabajaba cerca y tenía media hora libre para el almuerzo y aprovechaba ese momento para rezar. “Sólo me quedo unos instantes, sabe, porque la fábrica queda un poco lejos, así que solo me arrodillo y digo: Señor, sólo vengo para contarte lo feliz que me haces cuando me perdonas mis pecados; no sé muy bien rezar, pero pienso en Tí todos los días, así que, Jesús, éste es Jim a tu lado”. El sacerdote se conmovió y dijo a Jim que le alegraba mucho eso y que era bienvenido en la iglesia siempre que quisiera. El sacerdote se arrodilló ante el altar, emocionado, y sintió que las lágrimas corrían por sus mejillas, y en su corazón repetía la plegaria de Jim: Señor, sólo vengo para contarte lo feliz que me haces cuando me perdonas mis pecados; no sé muy bien rezar, pero pienso en Tí todos los días, así que, Jesús, éste soy yo a tu lado.

Un tiempo después, el sacerdote notó que el viejo Jim no había venido. Los días siguieron pasando sin que Jim volviese para rezar, por lo que comenzó a preocuparse, hasta que un día fue a la fábrica a preguntar por él. Allí le dijeron que el estaba enfermo, que pese a que los médicos estaban muy preocupados por su estado de salud, todavía creían que podía sobrevivir. La semana que Jim estuvo en el hospital sonreía todo el tiempo y su alegría era contagiosa. La enfermera no podía entender por qué Jim estaba tan feliz, ya que nunca había recibido visitas, ni flores, ni tarjetas. El sacerdote se acercó al lecho, y Jim le dijo: “La enfermera piensa que nadie viene a visitarme, pero no sabe que todos los días, desde que llegue aquí, a mediodía, un querido amigo mío viene, se sienta aquí en la cama, me agarra de las manos, se inclina sobre mí y me dice: Sólo vine para decirte, Jim, lo feliz que soy con tu amistad y perdonando tus pecados. Siempre me gustó oír tus plegarias, y pienso en ti cada día… Así que, Jim, éste es Jesús a tu lado”.