Cuenta una antigua tradición que, durante la persecución de Nerón, Pedro, a instancias de la comunidad cristiana, marchó de Roma en busca de un lugar seguro. En el camino se le apareció Jesús. Pedro, al verlo, le preguntó: —Quo vadis, Domine? (¿Adónde vas, Señor?) —Voy a Roma, a ser crucificado de nuevo por ti.
Inmediatamente, Pedro dio la vuelta y volvió a la Urbe, en donde moriría mártir.