El nombre de Leyenda Negra es relativamente reciente, pero el nombre es lo de menos, importa el hecho. Desde el siglo XVI se desarrolla en muchos países de Europa una campaña de descrédito contra España.
Los tópicos de la leyenda negra son bien conocidos: exageración de los males de la Inquisición, invento de oscuras intrigas sobre los reyes Austria, descrédito de la presencia de España en América, presunto fanatismo religioso de los españoles, expulsión de los judíos y de los moriscos, etc. No se trata de entrar en estos temas, sino de intentar explicar los porqués de esa campaña de descrédito y de su perdurabilidad como un locus historicus, un lugar común de la historiografía. Pero baste un dato. España no fue, ni mucho menos, la primera en decidir expulsiones de los judíos. Si en España fue en 1492, varios siglos antes ya habían tenido lugar expulsiones: en Francia, en 1182, por mandato de Felipe Augusto; en Inglaterra, en 1290, por orden de Eduardo I de Inglaterra, que fue la primera expulsión de grandes proporciones; durante todo el siglo XIV, en Francia, expulsiones en 1306, 1321/22, y sobre todo la de 1394 por decisión de Felipe IV. Es mas, durante siglos los judíos expulsados de Francia se refugiaron en España, país por el que tuvieron siempre predilección.
Por qué surge la Leyenda Se descubren tres factores principales: 1. Los propios errores; 2. Los intereses de las contiendas entre naciones; 3. La ofensiva del protestantismo contra el catolicismo.
1. Los errores propios. La política de los Austria, como cualquier otra, no fue una serie de aciertos. Sólo muy por encima cabe destacar: a) el exagerado interés de los Reyes Católicos -sobre todo de Fernando, por calculo político, como vio muy bien Maquiavelo- en una institución, la Inquisición, que ni siquiera los Papas querían con tanta virulencia; b) los titubeos en la legislación sobre Indias, con leyes excelentes pero práctica muy en desacuerdo con ellas, mal crónico en España; c) la rigidez en la equiparación de nación con catolicismo, lo que lleva a la expulsión de judíos y de moriscos. Pero todo eso, con ser condición necesaria para el nacimiento de una leyenda negra, no es condición suficiente. Baste una reflexión: lo mismo se hacía en otros países, católicos o protestantes; Lutero justificó el dominio absoluto de los príncipes y patrocinó matanzas de campesinos rebeldes: Calvino tenía en Ginebra una “inquisición” de la que, por ejemplo, fue víctima el español Miguel Servet; las matanzas de los hugonotes en Francia, para preservar la unidad política y religiosa del reino, fueron frecuentes; Cromwell eliminó a decenas de miles de irlandeses católicos… Por analogía se podría añadir: ¿qué leyenda habría que construir sobre Turquía, con el genocidio de mas de un millón de cristianos armenios; sobre Alemania, después del Holocausto; sobre Rusia, con los mas de cuarenta millones de víctimas del comunismo, sobre todo en el periodo leninista y estalinlano, es decir, entre 1917 y 1953 (pero no sólo en él)? Y, sin embargo, no se ha hecho un lugar histórico de ese conjunto de desmanes y crímenes. Pero hay un caso contemporáneo y muy similar: el de Portugal: país con Inquisición, con una continua colonización en América, con gran abundancia de esclavos (en Brasil), con expulsión de los judíos… Pero no hay una leyenda negra portuguesa, quizá porque: a) no fue nunca un país hegemónico; b) se alió muy pronto con Gran Bretaña, uno de los focos de creación de la leyenda negra española. Entre los errores propios hay que incluir algo insólito, que no se dio con tal virulencia en ningún otro país, al menos hasta el siglo XVIII: los escritos de los propios españoles criticando el sistema. Es el caso de Fray Bartolomé de Las Casas, en su denuncia de los aspectos peores de la gobernación de las Indias, denuncia hecha desde la honradez, pero inevitablemente aprovechada por los enemigos de España. Más culpa tenia Antonio Pérez, antiguo secretario de Felipe II, huido al ser perseguido por determinados delitos. Recalo en Gran Bretaña donde desde 1594 publicó unas Relaciones, calumniosas para la monarquía española, un material que fue aprovechado por los ingleses y los holandeses.
2. Los intereses de las naciones. El gran fenómeno europeo del siglo XV, anticipado a veces en el XIV, es la superación del feudalismo y la aparición de las Naciones-Estado, con un poder que cada vez es más absorbente y absoluto. La división territorial de gran parte de la Europa occidental, central y meridional era tal que no extraña que las principales potencias -bien por derechos de familia o por simple deseo de aumentar el poder y los ingresos económicos- se enzarzaran en una política de alianza o de guerras. Pero esas principales potencias eran España, Francia y, en menor medida porque era un mosaico, el Imperio, en gran parte de Alemania, Austria, Bohemia, Moravia…
Cuando un nieto de los Reyes Católicos, Carlos I, hereda además el Imperio -como Carlos V- la guerra contra Francia se hace casi Inevitable. Durante muchos decenios los franceses son derrotados -Pavía, San Quintín-, su rey humillado… Francisco I escribe a su madre, desde la prisión, que “todo se ha perdido, menos el honor” Junto a Francia, al menos contra España, se alineó, desde mediados del XVII, Gran Bretaña, en concreto desde la fundación del anglicanismo por Enrique VIII, el fracaso de la llamada -por los ingleses, con sarcasmo- “Armada Invencible” por razones tanto políticas como religiosas.
En Francia durante los gobiernos de Richelieu y Mazzarino la enemistad hacia España es tan clara que incluso se prefiere la alianza con países protestantes e incluso -ellos, cardenales- mantienen cierta connivencia con el turco. En la misma Francia la actividad denigratoria hacia España viene a menos en el siglo XVIII, tanto porque España ya no es hegemónica como, sobre todo, porque gobierna un Borbón, Felipe V, un nieto de Luis XIV, con ese nombre que lo hace sucesor de los Felipes de Austria Pero es entonces cuando la principal fuente de la leyenda negra será Gran Bretaña, que de ese modo se opone a la hegemonía francesa. También desde mediados del XVI el descrédito contra lo español es utilizado en los Países Bajos por los protestantes como argumento a favor de su independencia para lo que contaban con el apoyo de los ingleses.
3. Ofensiva protestante contra el catolicismo. Tanto el luteranismo como el calvinismo y el anglicanismo fueron separaciones de la única Iglesia existente entonces en Europa occidental y central: la católica. Pero cualquier creencia colectiva, sobre todo si se identifica con los intereses nacionales, necesita justificarse como originaria, fundante, y no como separación. Como esa tarea no podía hacerse con los datos históricos, se tendió a falsearlo, echando todas las culpas al catolicismo y a los países que se identificaban con el. En los siglos XVI y XVII ese país era España. Y junto a él una entera dinastía, la de los Austria. Las matanzas por ambas partes en la Guerra de los Treinta Años fueron funestas. Pero se difundieron en Europa sólo las causadas por las tropas católicas. A partir del siglo XVIII, la campaña de descrédito de España, y del catolicismo, entra a formar parte de la habitual propaganda de las distintas formaciones masónicas, hasta hoy mismo.
Conclusión La Historia de la civilización Occidental es la historia de sus logros y de sus profundas equivocaciones, incluidos no pocos crímenes personales y colectivos. Si se hiciera la Historia sólo de esto último, España no quedaría en peor lugar que Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Rusia, por no hablar, en otras latitudes, de las matanzas a manos de hunos, mogoles, árabes, tártaros… La llamada leyenda negra aparece cada vez con mayor claridad como una tarea de relaciones públicas y de marketing político contra España, primero por parte de su directo competidor -Francia- y después por parte de los que, como Inglaterra, Países Bajos, parte de Italia, sacarían una sustanciosa tajada de la decadencia española. Finalmente queda como un tópico histórico, una de esas generalizaciones ociosas que se incorporan con facilidad a la cultura de lo incultural media.
Revista Historia de Iberia Vieja Nº 12